Por Francisc Lozano*
Manifestantes en favor del No al Plebiscito. Fuente: larevista.comEl 2016 será un año que no podré olvidar. Este año se firmó el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de Las Farc, después de 52 años de conflicto y casi 5 años de negociaciones; el Reino Unido decidió abandonar la Unión Europea; Donald Trump, un millonario xenófobo y machista, destruyó a 17 contrincantes en su puja por alcanzar la presidencia de USA; y los colombianos le dijimos No al acuerdo que mencioné previamente, entre otras cosas por el engaño engendrado en las entrañas del Centro Democrático, algunas iglesias cristianas (incluidas algunas católicas), el rechazo de la gente a Las Farc y a Santos.
Pero no será inolvidable sólo porque demostró que las encuestas ya no sirven para predecir lo que pasará o que la gente empezó a decir mentiras al contestarle a las encuestadoras. Creo que es la única forma en la que, en contra de todos los pronósticos, los fenómenos del Brexit, el No al Plebiscito y el triunfo de Trump se pueden explicar. Este año será inolvidable para mí porque vi y escuché cientos de veces la expresión “paz sí, pero no así”.
¿Y los del No? Los que votaron No nos han demostrado los peligros que subyacen en la democracia. Sin importar cómo se hayan convencido de que votar No era la mejor opción para el país o para ellos, han permitido que los únicos que puedan realmente hacer alguna modificación a los acuerdos son personajes como Alejandro Ordóñez, comprobado funcionario corrupto que llenó la Procuraduría de familiares y compró su reelección con nombramientos a familiares de los congresistas que iban a votar por él; Álvaro Uribe, reconocido político que compró su reelección presidencial con la entrega de notarías a los congresistas que tenían a su cargo la modificación de la Constitución y que permitió que sus hijos se quedaran con los terrenos que, él sabía, iban a terminar siendo zonas francas para que se hicieran millonarios sin trabajar esas tierras; Andrés Pastrana, de quien lo único que recuerdo es su fracaso al intentar un acuerdo de paz con Las Farc y la creación del Plan Colombia, y hoy se cree con la autoridad moral de decirle al país que este acuerdo está lleno de impunidad, sabiendo que él fue incapaz de alcanzar uno mejor o igual; y Marta Lucía Ramírez, a quien sólo le recuerdo haber sido candidata presidencial y ministra de defensa de Uribe en la época de las ejecuciones extrajudiciales. Hay más voceros: Jaime Castro y otras personas, pero ni la gente los conoce, ni sus propuestas trascenderán porque no se han ganado el reconocimiento que sí le asiste a los demás.
Santos dice que se han recibido más de 300 propuestas para realizar modificaciones al acuerdo final, pero no podemos olvidar que los que “también quieren la paz” y votaron No son más de 6 millones 400 mil personas. Eso significa que el discurso de “paz sí, pero no así” ha sido sólo eso, un discurso. Si no fuera así, ¿por qué no hay por lo menos un millón de propuestas diferentes? ¿O es que acaso esas 300 propuestas recogen la pluralidad de ideas que debería existir en más de 6 millones de personas? ¿O es que Uribe, Castro, Ordóñez, Ramírez y Pastrana son tan visionarios para saber lo que pensaron tantas personas? ¿Es eso lo mucho que les importaba la paz de Colombia?
Yo sé que recibiré críticas, y estoy dispuesto a recibirlas, y es mi obligación preguntar si la “paz sí, pero no así”, ¿cómo es que debe ser esa paz y qué proponen para que sea mejor?, y más que eso, ¿la paz para cuándo?