Después de una larga espera, llegó el momento. El pueblo alcanzó su gloria. Y cuando despertó, el dinosauro ya no estaba allí.
Un ejemplo de vida. Un ejemplo de triunfo. Un ejemplo de pueblo.
La revolución de la algarada, puede y debe llegar, basta buscarla. La lección de Egipto hace temblar a los sátrapas y dictadores del mundo. Abre nuevos horizontes. Sueños viejos pueden cumplirse. Bienvenida.
Y en la plaza Tahrir, cuando llegó la noticia, seguro, totalmente seguro que, entre lágrimas, pensaron aquello de: Siento que llegó nuestra hora, esta es nuestra revolución…