Revista Ciencia

Y luego dirán que tuviste suerte…

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

No cabe duda de que somos seres sociales. Nuestras penas se diluyen con tu mejor confidente y un café por el medio. Corremos a contar nuestras alegrías porque saben mucho mejor cuando las compartimos con quien ríe con nosotros.

Cuando las personas nos agrupamos porque compartimos un objetivo común avanzamos más rápido y con más fuerza y nuestro paso por el grupo nos enriquece, nos da aliento e incluso nos aligera la mochila de las penas.

Pues bien, el viernes pasado tuve el enorme placer de sentirme integrada en un grupo de estas características durante escasas dos horas.

Este grupo, visto desde fuera, podría parecer simplemente un grupo de personas en situación de desempleo que tienen como objetivo que su situación cambie ayudados y asesorados por una persona que sería la encargada del buen funcionamiento del grupo.

Bueno, pues no. A los diez minutos de estar en este grupo, me sentí parte de él y una vez más tuve el gusto de ver lo mucho que me equivoco y lo mucho que me gusta dejarme llevar por los brillos y las luces de las personas.

Y es que el nexo que une a todas estas personas no es su situación, son sus ganas. Están unidos por su actitud. Porque esta actitud implica una gran dosis de apertura, de flexibilidad, de hábil y eficaz gestión de los cambios, de gusto por la mejora y el crecimiento personal y de ganas de ser actores principales de su proceso de cambio.

Y el objetivo común a todos ellos es el de la colaboración. El de entregar con generosidad lo que mejor sabes hacer al grupo para entender, de una vez por todas, que la frase "el todo es más que la suma de sus partes" tiene pleno sentido.

Y la persona que acompaña en este proceso, alumbra zonas para que el camino sea más fácil, enseña rincones que probablemente fuesen desconocidos para que cada persona tenga la capacidad de decidir si quiere seguir o no por ahí. Pero nunca dirige, nunca les dice lo que hay que hacer y, como sabéis, esa es la línea que en mi opinión triunfa para conseguir un exitoso proceso de desarrollo profesional.

Con este panorama, las cosas funcionan. Las palabras actitud, colaboración y éxito se unen de forma indisoluble.

Y cuando las cosas se hacen bien, los ojos de las personas brillan. Y a mí me recargan de energía y soy capaz de dar aún más. Porque por encima de todo somos sociales. Porque nuestras emociones se contagian. Porque nuestro cerebro piensa mejor en buena compañía. Porque cuando das energía recibes el triple. Porque cuando haces lo contrario, recibes justo lo contrario. Porque nada me gusta más que predicar con el ejemplo. Porque te recomiendo que regales entusiasmo, que le metas pasión a cuanto hagas, que pongas todo (y un poco más) en el asador, y a la búsqueda de empleo, aún más y con más motivo.

Porque te dirán que sólo con tu actitud no basta. Y estoy de acuerdo. No basta, pero es que sin ella estás perdido. Sin ti no hay nada. Si tú no estás, nadie va a venir a por ti. Por muy mal que lo estés pasando. Lo siento en el alma, pero no hay excusa. O vas tú a por todas o nadie lo hará por tí. Y tienes que sacar fuerzas para poder decir "lo tengo muy complicado pero estoy aquí dispuesto a ir a por todas".

Te invito a que como estos chicos de la Lanzadera de Empleo del Ayto de Gijón (y de todas las que se están haciendo en el país), te animes a coger las riendas con firmeza, valentía y buena cara. A que busques la manera más adecuada y que más se adapte a tu estilo de empezar a hacer algo diferente. No te quedes en casa haciendo lo mismo de siempre. No digas que tú de eso ya sabes mucho. No pienses que no nadie tiene nada que aportarte porque tú eso ya lo has vivido o, peor aún, que lo tuyo no tiene solución. Cuando estas personas y tú, tengáis éxito, los mismos que te decían que no podías, te dirán que tuviste suerte.

Sonríe, y para tus adentros, date la enhorabuena por lo valiente que fuiste y lo mucho que trabajaste. Felicítate por conseguir no haber pasado al lado de las personas que visten de gris y comen limones ya desde bien temprano. No trates de explicarles que la suerte no existe (ni la buena ni la mala). No gastes fuerza diciéndoles que la suerte es algo externo, impredecible e incontrolable y tú no estás para jueguecitos de azar porque la vida pasa muy rápido. Que tus cartas, tú te las juegas en los factores que están en tu mano, así que cuando vienen mal dadas te centras en lo que tú puedes hacer para cambiar tu situación y cuando vienen bien, celebras tú esfuerzo, tu constancia y tu firmeza.

Y luego dirán que tuviste suerte ... Pero a ti, y a mí, nos dará igual. No les hicimos caso antes, y tampoco se lo vamos a hacer ahora.

Fuente:

C. Marco


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