En 17 indispensables de Lisboa dedicaba la entrada a mis compañeros de viaje y, con esta segunda parte, quiero hacer lo mismo. Va para Nieves y para Jordi en el día del cumpleaños de este último.
Ya lo anuncié en la primera parte, lo mejor que se nos dio fue el COMER. Como efectivos del SIC (Sistema de Inteligencia Conquense) en el extranjero, asentamos nuestro centro de operaciones gastronómicas, culinarias y masticadoras en el Mercado da Ribeira.
Puerta principal del Mercado da RibeiraSe trata de un mercado gourmet que, desde el siglo XIX en adelante, conoció sus mejores tiempos como mercado mayorista. Fue inaugurado en 1882 y su estratégica ubicación, al lado del Tajo, le permitió posicionarse entre los mercados más potentes de Europa. Pero como todo lo que sube, baja, llegó el fin de sus días gloriosos y, tras un parón, se retoma como centro hostelero.
Interior del Mercado da Ribeira con todos los puestos de comida gourmet y sus largas mesas para comer al estilo medievalAllí nos hinchamos (a Jordi le parece políticamente incorrecto decir que nos pusimos como deficientes) a base de pasteles de Belem del obrador de Manteigaria. Esa maravilla de postre compuesto de pasta de hojaldre y de crema de huevo, leche y azúcar hizo las delicias de nuestro viaje. Incluso llegamos a hacer unos amigos franceses con los que, además de vino blanco, también compartimos pastelitos y buena conversación.
Como era de esperar, entre las cosas más saladitas nos dimos al bacalao y a la francesinha, que es una especie de sandwich de varios tipos de carne, con mucho queso y salsa de tomate y cerveza. Todo estaba para chuparse los dedos y más allá.
A la izquierda, lomo de bacalao. A la derecha, la francesinha. El plato de detrás, a saber qué era y de quién, porque como ya dije, se come todos juntos en modo mesas medievalesEl otro sitio donde compramos pasteles de Belem fue en el propio barrio de Belem. Su nombre es Pastéis de Belém (qué ingenio) y, acabo de estar mirando en este artículo, con sólo una tienda llegan a preparar 45.000 unidades diarias en época estival y facturan unos 7 millones anuales de euros ¡¡¡¡¡sólo en pastelitos!!!!!
Ya veis en la foto que hasta tienen un portero (to rechulón) como en las discotecas. Foto tomada por NievesEl otro sitio donde nos atrevimos a probar los sabores de Lisboa fue en la Casa Portuguesa do Pastel de Bacalhau, donde el mar y la tierra se fusionan en una especie de croqueta de bacalao rellena de queso de Serra da Estrela (A que la frase era monísima hasta que llegasteis a la palabra croqueta. Ja, ja, ja). A Nieves no le entusiasmó mucho, sin embargo, Jordi y yo estábamos que rodábamos por las calles del Barrio de la Alfama después de habernos metido ese buñuelo entre pecho y espalda (más el de Nieves). Que por cierto, os recomiendo tener una botellita de agua a mano. Se atasca un poquito.
Una bebida lisboeta típica es el chupito de Ginjinha. Así que allá fuimos de cabeza a tomarlo. Es un aguardiente de guindas que se sirve en un local minúsculo donde únicamente se vende este licor. La tradición impone hacer cola en la calle, el camarero te lo sirve en un vaso de chupito de plástico y te lo tomas fuera, porque ya os digo, el local es liliputiense y se llama A Ginjinha.
Menos típico y, sin embargo, no menos rico, fueron los desayunos que nos jincamos pal cuerpo serrano para resistir el turisteo. Por otro lado, el máximum de las meriendas fue para la que nos tomamos en el LXFactory en la cafetería Chocolate Landeau. Una de las mejores tartas de chocolate del mundo acompañada de una taza de chocolate (para ir al baño bien, sí señor). Madre mía qué rico. Utilizan uno de los mejores chocolates para su fabricación, chocolate de Valrhona, y la verdad que se nota.
Para bajar toda la panzada que nos acabamos de meter, quería aludir a la excursión que hicimos a Sintra para ver dos de sus palacios, el Palacio da Pena y la Quinta da Regaleira. Así ya quedaría escrito todo nuestro viaje a Lisboa entre la primera parte y esta segunda que estamos leyendo ahora.
Palacio da Pena
La pena fue que había una bruma terrible y no se veía nada del paisaje precioso que tenía que enmarcar esa carretera que no paraba de serpentear curva tras curva para ascender por el bosque hasta el palacio. Era tal la humedad que había, que se metía por las estancias del palacio. Así que no pudimos apreciar casi nada de este palacio romántico del siglo XIX, morada de la monarquía lusa.
Eso sí, ante el mal tiempo buena cara. Nos atrincheramos con un montón de guiris en la tienda de recuerdos. Y como buenos efectivos del SIC en el extranjero y seres que vamos dando el cante por ahí, hicimos las delicias de la tienda de souvenirs llevando a cabo un buen combate con escudos y espadas.
Quinta da Regaleira
Una vez llegados a este otro palacio de Sintra, parece que el tiempo nos dio un poco de tregua y pudimos pasear ampliamente por sus jardines.
Nuestro objetivo era llegar al famoso pozo iniciático y, cómo no, por el camino hicimos mil fotos de postureo. (Bueno, yo unas cinco, Jordi y Nieves acapararon las 995 restantes. Ja, ja, ja.)
Cámara en mano, nos dispusimos a atravesar aquellos jardines. Para los agentes del SIC, la “Misión: Pozo iniciático” no debía de plantear ninguna complicación. Sin embargo, el destino no lo quiso así. Atravesamos vallejetes y colinas, caminos empedrados y de tierra, arbustos y escaleras, trepamos torres y fuentes y nos adentramos en grutas y cuevas, todo ello sin parar de ascender ni de visualizar mentalmente nuestro objetivo: el puto pozo. Porque sí, a estas alturas de recorrido el pozo ya daba un pol culo del demonio.
Sudados, mojados, llenos de comida y con mil fotos a la espalda, llegamos al pozo iniciático. Una auténtica maravilla. Se dice que en él hicieron de las suyas tanto masones como templarios. Sus nueve pisos en modo de torre invertida te adentran al interior de la tierra como si estuvieses recorriendo los nueve círculos del Infierno de la Divina Comedia de Dante (aprovecho para deciros que con que os leáis el Infierno, suficiente. La parte del Purgatorio es aburridilla y la del Cielo no tiene ninguna chicha).
Una vez que llegamos al fondo de pozo, habíamos de atravesar oscuros túneles para alcanzar la luz. Y, en esas estábamos, cuando sufrimos la baja temporal de nuestro agente del SIC Nieves. Mientras ella veía orientales caer al agua, los agentes restantes del SIC continuamos adentrándonos por los túneles para acabar saliendo a un espacio precioso con su estanque, su cascada, sus hojitas en el agua y sus rocas escarpadas.
La verdad que es un entorno maravilloso que da para perderse en él un día entero de lo bonito que es. Y, además, que lo pasamos pipa.
Acordé con Nieves que por el cumple de Jordi, (holi, Jordi), le regalábamos nuestro mejor momento del viaje en nuestros respectivos blogs. Podéis leer lo que escribió ella sobre nuestro viaje a Lisboa en Los rincones que ven mis ojos.
Ya sabéis que me emocioné toda cuando fuimos al punto más occidental de Europa, al Cabo da Roca. Y sigo flipando por haber estado allí. Es que no todo el mundo puede decir que ha estado a la izquierda total del continente europeo. Me parece algo aluciflipante.
Llegamos de noche, llovía, hacía un viento del carallo… Nos empapamos. Estábamos cansados de todo el día trotando. La vuelta en el bus la pasé con la cabeza entre las piernas de Jordi mientras sostenía su clepto-profiláctico-chubasquero-plastiquero como pseudo-bolsa-de-vomitonas. Como agentes altamente cultivados en temas aleatorios, me contasteis historias de las 13 rosas y de a saber qué más para que me distrajera del mareo que llevaba. Y la de Juana la Loca me la contasteis tan sumamente mal que, cuando recuperé chicha, sin sacar la cabeza de entre las piernas de Jordi, os la reconté yo. Pero de verdad, aunque parecíamos salidos de una auténtica batalla campal al acabar el día, este fue un momento genial del viaje, quitando la parte del drama que nos caracteriza a las féminas del SIC.
Feliz cumpleaños Jordi. Y Nieves, gracias por hacer de un momento normal un capítulo más de Todo le pasa a mi Mari Juli. Somos protas contigo.
Efectivos del SIC en el extranjero rodando un capítulo de Todo le pasa a mi Mari Juli.