Elisa María Eidner
Esta mañana, todavía atragantada con el pancito remojado en café que me estaba comiendo cuando vi el imperdible “A un Click” de Larissa Costas (atragantada porque hay ciertas cosas que uno no debería ver mientras come), recibí un extraordinario artículo de Thierry Meyssan, en el que se explica muy claramente cómo EEUU ha promovido, en latitudes ajenas a las nuestras, la Teoría del Caos del influyente filósofo alemán Leo Strauss, quien creía firmemente en la eficacia de la manipulación en el campo de la política, así como en el liberalismo económico (y que además fue muy estudiado por la administración Bush). En su texto, el investigador afirma que si se diera un vistazo pormenorizado a lo que, en los últimos años, ha acontecido en Ucrania, Libia, Siria y el cuerno de África entre otros, se podría constatar cómo lo que parece haber sido un caos interno y fortuito, en realidad fue la cruda aplicación de esa doctrina Strauss. Es decir, un objetivo injerencista cumplido.De acuerdo a Meyssan, “El principio de esa doctrina estratégica puede resumirse de la siguiente manera: la manera más fácil de saquear los recursos naturales de un país por largo tiempo no es ocupar ese país sino destruir el Estado. Sin Estado, no hay ejército. Sin ejército enemigo, no hay riesgo de ser derrotado”. Es decir, generar un caos tal, que nada pueda estructurarse fuera de la voluntad del creador del nuevo orden, o sea, EEUU. Y añade que “lo que suceda con las poblaciones de los países que son blanco de esa estrategia… no preocupa a Washington”. Obviamente, no pude evitar pensar en Ledezma y en su sobreactuado histrionismo a la hora de generar caos y servir a los propósitos de su amo.
Para los lectores de APORREA que son oriundos de otros países o que no lo conocen bien, Antonio Ledezma es un guariqueño (con el perdón de los guariqueños, por favor), que desde joven manifestó su genuino deseo de llegar a la presidencia de la nación. Una vez montado en el coroto como lamesuelas del expresidente Carlos Andrés Pérez, hizo y deshizo y fue entonces cuando, con una fuerte cuota de poder en sus manos, empezó a producir una cantidad de situaciones altamente caóticas. En este contexto (todavía en la cuarta república, prerrevolucionaria, prehumanista, precristiana pues) es cuando ocurre lo del Caracazo y sus cientos de muertos -en lo que tuvo las manos metidas hasta el codo-, el asesinato de los presos del reten de Catia, la represión de los estudiantes, la represión de una manifestación de invidentes y personas de la tercera edad, la deportación de hermanos haitianos y colombianos, la malversación de fondos y todos los etcéteras que nos podamos imaginar.
Posteriormente, una vez que perdió sus dispensas con la llegada de la revolución al poder, Ledezma siguió generando el straussiano caos, pero esta vez bajo el concepto de la “resistencia” y de “tirar las cadenas opresoras de la dictadura de Chávez”; llegando incluso a hacer lobby en el Parlamento Europeo, en Israel, España, EEUU y muchos otros escenarios para pedir cacao en su conspiración para “derrrocar el rrrégimen”. Esto sin contar, por supuesto, su emotivo vínculo con el secuestro del Presidente Chávez el 11 de abril de 2002, el sabotaje petrolero de los meses siguientes y la mamarrachada de los militares en la plaza Altamira (situaciones todas de intenso alboroto social).
De acuerdo al preclaro periodista francés, en algún momento de principios de la década pasada, después de cierta interpelación mediática, EEUU puso sobre el tapete el término “Caos Constructor, haciendo entender con ello que se procedería a la destrucción de las estructuras opresoras para que la vida pudiese brotar sin obstáculos”. Esto, sin duda, les habrá sonado muy familiar: desde Capriles hasta Ledezma, pasando por un variopinto abanico de raros personajes, promiscuamente entremezclados en proyectos de nombres rimbombantes, con el único propósito de generar el tan anhelado estado de caos e ingobernabilidad. ¿Y todo esto para qué? Pues, para que la vida pueda brotar sin obstáculos…
Según mi criterio, poco importa que luego de su operación, la recuperación de Ledezma se demore extrañamente unos cuantos años. Menos importa que pase estos años en su casa como medida humanitaria (a lo Afiuni o Simonovis), o que de argumento en argumento, nunca vuelva a la cárcel. Lo objetivamente grave es que Ledezma no es el único revoltoso respondiendo como dracúlea marioneta a la obligación imperial de generar caos en nuestro pueblo. Las otras marionetas están infiltradas y difuminadas entre la oposición y el sector descontento del chavismo, a la espera de la próxima oportunidad…
Mosca ahí señor Presidente!!! [email protected]