Revista Educación

Y pasaron

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Y pasaron

Madrid iba a ser la tumba del fascismo, pero en realidad está siendo la cuna de un nuevo fascismo. Un fascismo trumpista y tatcherista, sin planes sociales pero con espíritu individualista. El resultado de PP y Vox ayer en Madrid es la constatación de que, en la capital de España, a la hora de elegir entre ser responsables y pensar en los demás, o pensar en uno mismo y mantener privilegios, escogen lo segundo; porque es más fácil y tranquilizador poder bajar a un bar a tomarse unas cañas que comprometerse en crear una sociedad mejor y más igualitaria. La victoria de Ayuso es, no tengo ni una duda al respecto, una vergüenza; una derrota de la política y una victoria de la antipolítica. Un peligroso precedente de cara al resto del país y los próximos años. Muchísimos madrileños han considerado que las muertes de ancianos en residencias durante el año 2020 (competencia de la Comunidad), la muerte de muchos madrileños por las poco restrictivas medidas adoptadas por Ayuso, los recortes en sanidad y educación pública, la criminalización de niños inmigrantes por parte de Vox y la antipolítica basada en las descalificaciones, los insultos, los bulos y las fake news son aceptables a cambio de mantener negocios abiertos, bajar impuestos a los más ricos y alejar el fantasma del comunismo acercando, paradójicamente, el franquismo más rancio y el fascismo de nuevo cuño. Las subidas de Más Madrid y de Unidas Podemos no han sido suficientes para sumar porque el PSOE nunca pareció tomarse en serio esta convocatoria de elecciones; el descalabro de Ángel Gabilondo es la muestra palpable de que la izquierda madrileña es otra. Los votos de Ciudadanos -ese partido que venía a refundar el centro- se van al PP más de extrema derecha desde la Alianza Popular de Fraga (qué cosas) y, junto a los fugados del PSOE, casi le dan la mayoría absoluta. Y sí, los culpables de que haya ganado Madrid la antipolítica son los que les han votado; responsables y cómplices.

Pablo Iglesias abandona la política. Hasta hace solo un mes y medio era vicepresidente. Los mismos que llevan años asegurando que quería sillones, cargos y mamar de la política, ahora dicen que es un irresponsable por irse. No le considero culpable de la debacle: de no haberse presentado, la participación hubiese sido menor, pero al desastre del PSOE se hubiese sumado el de Podemos y mucho me temo que la antipolítica hubiese ganado igual; con menos holgura pero con la misma convicción antidemocrática. Se va el que, para mí, con sus luces y sombras, ha sido la mejor y mayor figura política de los últimos 20 años y la persona más acosada y vilipendiada por política, medios y sociedad; pero Pablo Iglesias es lo menos importante hoy. En realidad Pablo Iglesias nunca fue lo importante, sino el programa de Unidas Podemos, algo que muchos se empeñan en no comprender.

Y, por si fuera poco, en Colombia llevan casi una semana de protestas contra una reforma tributaria anunciada por su gobierno, en la que han muerto ya unas 19 personas y han resultado heridas más de 800. Uno, que vivió durante casi 8 años en Bogotá D.C., y que tiene amigos queridos allí, no puede más que sentir que, aunque nos separen muchas cosas, nos unen las injusticias de la desigualdad, el odio hacia las minorías y los miedos hacia cualquier cosa que sea izquierda. Allá, como acá, muchos prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Sin embargo, aún me resisto a ser pesimista. Sigo pensando que los buenos somos mayoría y que, poco a poco, los fascistas, los equidistantes y los cínicos, serán cada vez menos. Sigo convencido de que el futuro será de la clase trabajadora, de las mujeres, de los homosexuales, de las personas trans, de los migrantes... que, tarde o temprano, más gente despertará y comprenderá que el camino pasa por comprometerse con la solidaridad y la equidad. La pena será todo lo que habremos perdido por el camino. Los nuevos fascismos han pasado, pero se acabarán yendo. Hoy soy más antifascista y más "rojo". Un miembro orgulloso de esos 26 millones de hijos de puta que a los que hoy se sienten ganadores les encantaría fusilar.

Yolanda: calienta, que sales.

Madrid: qué bonita hubieras sido antifascista.

Y pasaron


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