Revista Solidaridad

"¿Y por qué no iba a ir a Daniel a bailar?"

Por Aparcamientodiscapacitados

"Si no fuese por la movilidad, soy una persona totalmente normal y tengo una mentalidad como la tuya o la de cualquiera". Con un argumento tan demoledor no queda espacio para los prejuicios de una sociedad tan propensa a discriminar a las personas con discapacidad.
Roberto Romero Otero tiene 18 años y le apasiona la música casi desde que tiene uso de razón. "Supongo que será porque en casa suenan canciones todo el día. Y siendo pequeñito, cuando íbamos a una boda, lo cogía en el colo y bailábamos juntos", aclara Teresa, su madre. Un entusiasmo que le anima a transformarse en DJ cada vez que en casa hay alguna celebración. "Y la verdad es que lo hace muy bien", añade orgullosa la progenitora.
El joven asegura que le gusta todo tipo de música, "desde el heavy metal hasta la clásica y tanto la de los años 80 como la actual". Sólo hay una excepción en ese enorme abanico: "El reggaeton no lo trago". Aunque siente verdadera devoción por Los Suaves "desde que era un niño", admite que quien le encandila últimamente es Fito y los Fitipaldis. "Me encantaría poder ir algún día a un concierto suyo".
En plena adolescencia, Roberto, como cualquier otro chaval de su edad, comenzó a sentir curiosidad por los locales donde se pinchaba esa música por la que sentía vehemencia. "Sobre todo cuando escuchaba a mi madre contar lo bien que se lo pasaba cuando salía a bailar a la discoteca".
El plan inicial fue que acompañase a su pandilla de amigos en las rutas por la zona vieja. "Pero no se atreven a llevarlo por miedo a que se pueda caer o le pueda pasar algo y no sepan atenderlo. Es lógico", puntualiza Teresa. Roberto dispone de una silla motorizada pero tampoco era una opción válida, "porque hay demasiadas barreras arquitectónicas en los locales a los que van sus amigos y no podría acoplarse al grupo".
Llegados a esta tesitura, hace poco más de un año, a su madre se le ocurrió que el joven podía acompañarla a ella y a su pareja en una de sus salidas nocturnas. Aquella primera incursión en el mundo de las discotecas fue casi furtiva, "porque tenía 17 años y legalmente no le estaba permitida la entrada. Pero conocíamos a los porteros de Daniel y nos dejaron pasar".
LA PRIMERA VEZ. El debut fue inolvidable. "Aunque yo ya había visto en vídeos y en fotos cómo era una discoteca por dentro, sentir la música, las luces y el ambiente fue realmente impresionante. Me divertí bastante. Después ya me fui acostumbrando". Y es que, desde entonces, Roberto pasó a convertirse en un cliente habitual de la céntrica discoteca. "Como mínimo, vamos un par de veces al mes", señala Teresa.
Pero Daniel no es la única escala en sus periplos festivos. "Los viernes vamos allí porque no suele haber mucha gente y los sábados elegimos El Sarao por el mismo motivo", añade.
En ambos casos, la imagen de un joven en silla de ruedas bailando con su madre no deja indiferente a nadie. "La gente se sigue sorprendiendo aún hoy en día. La mayoría me mira como preguntándose ‘¿Y este qué hace aquí’? y yo les respondería ‘¿Y por qué no voy a venir a bailar y a disfrutar como los demás’? Yo soy uno más", sostiene Roberto.
Esa primera sensación de extrañeza acaba transformándose, casi siempre, en cariño y empatía. "Las demás personas de la discoteca se suelen acercar a hablar conmigo, me preguntan mi nombre y terminamos charlando".
Curiosamente, las más receptivas son las personas mayores, mientras que los jóvenes suelen mostrarse más esquivos. "Creo que es porque no saben bien qué decirme ni si voy a ser capaz de mantener una conversación normal. Tienen más miedo a meter la pata", apostilla, comprensivo.
DEMASIADAS BARRERAS. Sin embargo, los prejuicios no son el principal obstáculo que debe superar Roberto, sino las barreras arquitectónicas. "Hay muchísimas que para el resto de la gente pasan desapercibidas pero que yo las noto perfectamente". Si bien el centro está bien adaptado para las personas con discapacidad, matiza que la periferia sigue siendo la gran asignatura pendiente del urbanismo pontevedrés. "Y a nivel de hostelería, creo que la gente pasa un poco de preocuparse por la accesibilidad", reprocha.
Pero Roberto no llena sus momentos de ocio solo con música. Le encantan los deportes en general, especialmente el tenis y el fútbol. "Soy seguidor del Barcelona y este año me está dando muchas alegrías. Pero también me gusta el Celta".
Enamorado de la Literatura, confiesa que las Ciencias "es lo que peor llevo". Cursó sus estudios en Monte Porreiro: Primaria en el CEIP Marcos da Portela y la ESO en el IES Luis Seoane. "Tanto los profesores como los compañeros siempre se portaron muy bien conmigo. La verdad es que estoy muy contento y agradecido a todos ellos. Además, me impresionó el nivel cultural del instituto, que es de los mejores de Galicia".
Y aunque la música sigue siendo su gran pasión, sus miras profesionales apuntan hacia un sector bien diferente. "Quiero ser periodista deportivo". Por voluntad seguro que no va a quedar.
http://elprogreso.galiciae.com/noticia/400270/y-por-que-no-iba-ir-daniel-bailar
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