donde pensaba desayunar en condiciones, aunque me saliera un poco del escaso presupuesto que me había fijado. La lluvia parecía que se estaba ensañando con los pocos peregrinos que teníamos el valor de caminar en estas condiciones, cada gota que rodaba por mi cara me decía; "qué pesabas, que esto es fácil, no?, pues
toma agua, toma frío, puede que llegues, pero te va a costar, ríndete, coge una habitación en el hotel, descansa y vuelve al aeropuerto y vete a casa, no merece la pena el esfuerzo...". Claro, y como rodaban miles de gotas, no callaba una cuando hablaba la otra. Un murmullo capaz de acabar con la voluntad del más tenaz." Pues NO, no te rindas..." decían las gotas del sudor que caían en cascada por mi frente: " ... has llegado hasta aquí, qué son 8 ó 10 km, mañana llegas, eres fuerte, todavía tienes energía, cuando desayunes y descanses un rato, te comes la etapa de hoy". A la lluvia le salieron aliados, el dolor de mi tobillo izquierdo, la ampolla del derecho, el peso de la mochila, el cuerpo completamente empapado, las manos arrugadas por el agua (rechumías, que dicen en andalucía) el cansancio derrotador de tantos kilómetros, tantas subidas empinadas, tantas bajadas suicidas, piedras, saltos, agua, barro...
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-Don Juan, don Juan. Te preocupa algo verdad? la voz venía de mi espalda. Sentado en la barra y mirando fijamente su vaso estaba Juan, como puesto ahí por un truco de magia.
-Hombre don Juan, tú por aquí, te hacía en Santiago ya.
-No hombre no, si hace media hora que nos hemos visto, aún queda un buen trecho. Te veo muy pensativo.
-Pues sí, hay alguna cosa que me da vueltas en la cabeza.
-Bueno, hombre. Y ¿vas bien?
No sé a qué se refería, bien de cansancio? bien de salud? bien de ánimo? bien de qué?
-Dentro de lo que cabe. Imagínate. Tengo una sobrina de 19 años que sufrió un derrame cerebral y está en coma en Coruña.
No dejaba de mirar su vaso, como atrapado por el poco líquido que le quedaba, mientras lo giraba lentamente, como queriendo mojar todo el cristal por dentro sin dejar de rozar la piedra de la barra.De pronto, se puso en pié, sacó la cartera y pidió la cuenta. Cóbrame lo de mi amigo también.
-De eso nada, compañero, en Gonzar pagaste tú, ahora me toca a mi.
-Juaaaaan. Tranquilo, déjame pagar a mi por favor.
-Pero ahora me gustaría invitarte.
-Gracias. Hay que saber recibir, Juan. Es importante saber dar, pero también saber recibir. Si pides algo y se te da, debes de saber recibirlo, y si no se te da también.
Sabio consejo, pero este tío será filósofo?. Es uno de los peregrinos más raros que me he encontrado. Ahora que lo pienso, tiene pinta de curilla, será cura?, ah no, que está en paro. Los curas no tienen paro, creo.
Espera un momento, dijo, y se fue a la calle. Volvió al cabo de unos minutos con algo envuelto en un paño de tela blanca, por supuesto empapado de agua.
-Me permites hacerte un regalo?.
-Bien, tú dirás...
Sacó del paño un cuaderno y un bolígrafo. Bueno, lo que en su día fue un cuaderno, ahora un amasijo de papeles sucios y mojados, unidos por un espiral aplastado. Arrancó una hoja y me la dio con el boli, sin mirarme siquiera dijo:
-Te he visto muy afligido y mi presente te ayudará. Pensaba acabar mi camino en Santiago, luego decidí ir hasta Finistere y Muxía. Si quieres escribe un deseo en este papel, dóblalo y no pongas tu nombre. Yo no lo voy a leer, no lo va a leer nadie, lo llevaré hasta el fin del mundo. Mientras hablaba, desenvolvía algo más del paño.
-Coge una, la que quieras y consérvala. Más adelante, regálasela a alguien de tus conocidos, al que menos te importe.
Había abierto totalmente el paño y aparecían, como un muestrario de relojero, un montón de plumas de todos los tamaños, no sabía distinguir, de gaviota, paloma, lechuza, no lo sé. Cogí la más pequeña. Estaban secas y estiradas, como acabadas de sacar del ala de sabe Dios qué ave.
-Pídele que escriba en un papel su deseo y llévalo al fin del mundo, regálale la pluma, y estrechando su mano dile: Ha sido un placer para mi haberte conocido, amigo. Nada más. Y tu deseo se verá cumplido.
-¿Al que menos me importe? Pregunté como queriendo saber por qué al que menos y no al que más.
-Sí.
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Cogí el boli y pensé durante dos segundos, no el contenido, que lo tenía claro, sino si escribía con mayúsculas o con minúsculas, tendría que ser legible?, pero me ha dicho que no lo va a leer nadie, así que dará igual. No había terminado de pensar qué escribir cuando ya lo estaba escribiendo.
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Cuando terminé de escribir, doblé dos veces el papel, y sin poner mi nombre se lo di a Juan. El lo puso entre sus manos, lo golpeó suavemente como si aplaudiera y dijo: "voy a tener que ir al fin del mundo en autobús, esto corre prisa". Pero ¿que sabrá éste bicho lo que he escrito?.¿cómo sabe si hay prisa? no tiene ni idea de lo que puse, nadie lo puede ni imaginar, pero sí, efectivamente corre prisa, cuanto más tarde peor.
Guardó el papel en la última página del cuaderno, junto a la pasta de cartón mojado, al ponerla vi que tenía ocho o diez papelitos doblados, mojados, sucios, sin nombre...
Seguía lloviendo mientras me calzaba la mochila en la espalda, a cobijo en el porche del bar. Mientras subía la dura cuesta del monxoi, escampó lo suficiente como para notar que una gota de agua caliente rodaba por mi mejilla. Fue a caer al centro de mi pecho, y allí quedó hasta que días después se la llevó Criss a compartirla con mi padre, que no pudo verme llorar porque no estaba con él cuando se fué.
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Hoy, cuando escribo esto, aún conservo la pluma guardada junto a mi credencial. No se la he entregado a nadie, todos me importan lo suficiente como para no encontar a nadie menos importante. Sin embargo mi deseo se va cumpliendo, día a día, cada vez un poco más, y cada vez que hablo con ellos me doy cuenta de ello. Creo que ahí está el truco. Sé que mientras tenga la pluma conmigo mi deseo seguirá vivo y cumpliéndose día a día, mes a mes, toda una vida. Nunca se la entregaré a nadie.
Pero aún ahora cada vez que me acuerdo de Juan me pregunto : Y QUIEN ES ESTE TIO??