Revista En Femenino

¿Y si el enemigo está en casa?

Por Mimosyteta @mihmita

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En los talleres de “Empoderamiento” doy herramientas prácticas, sencillas y fáciles de recordar para enfrentarnos con seguridad a quienes nos cuestionan como mujeres y madres ( también aplica a los padres  pero permitidme que use el femenino como genérico ;-) ).
La mayor parte de las veces las madres se  sienten cuestionadas, incluso juzgadas y examinadas, por los profesionales sanitarios, de la educación  u otros relacionados con madres y bebés, que ostentan cierto rol de autoridad, sea ésta real u otorgada.
Pero el otro gran frente que agota a las madres es el de  la familia.

Cuando el enemigo (permitidme la expresión exagerada) está dentro del círculo familiar todo es más complicado.
Si es tu pediatra el que critica fu forma de criar tienes varias opciones… incluída la de cambiar de pediatra (para oírlas todas, venid al taller ;-) ).

Pero si es tu madre ( o algún otro familiar allegado)… la cosa se complica, porque, en principio, partimos de la base de que te quiere y la quieres* así que no vas a romper tu relación con ella.

¿Qué hacer entonces?

Esa es una pregunta que me hacen a menudo y veo en casi todos los grupos de facebook y foros en los que participo.
Cuando es la madre ( o la suegra, o la hermana, o cualquier otro familiar allegado…)  la que constantemente critica tu opción de crianza… ¿qué hacer? ¿le cuentas el por qué de tu elección? ¿les prestas un libro o les das los enlaces a las webs que para ti son de confianza? ¿mientes?  ? ? ?

Creo que lo primero sería identificar el por qué lo hacen.

En algunos casos sí que será por verdadero interés en ti, en el bebé o en ambos, y lo que necesiten sea información que les tranquilice.  Es fácil reconocer este tipo de actitudes porque normalmente cuando se les explica desde el cariño, el respeto y con argumentos sencillos pero sólidos porque haces lo que haces, se acaba la discusión y a veces, te sorprenderán incluso, volviéndose de “tu bando” y siendo ellas las que te defiendan ante otros. (Esto a veces lo hacen pero no delante de ti… lo he comprobado decenas de veces)

En otros casos, tú actuarás igual, dando una explicación de las ventajas y beneficios de tu elección y te parecerá que  escuchan lo que les dices, pero notarás que el próximo día vuelven con lo mismo. Ya sea tema teta, porteo, sueño, comidas… da igual. Son del tipo que cuando discuten no quieren oír otras opiniones, porque en realidad no les importan. No quieren argumentos, en el fondo hasta les molestan, porque lo que buscan no es saber la verdad, sino imponer “su ” verdad.
A este grupo pertenecen aquellas a las que tu forma de criar a tus hijos les parece un espejo que les devuelve una imagen de ellas mismas que no les gusta. Y cuando alguien ve en un espejo algo sobre sí mismo que no le gusta, tiene  varias opciones:

  • - Modificarlo. Primero reconocemos que algo no está bien y actuamos para cambiarlo. Aceptar al mensajero y su mensaje
  •  -Conformarse: En un primer instante lo vemos, pero preferimos dejarlo todo como está, porque la otra opción nos parece una complicación. Preferimos irnos y olvidar lo que hemos visto. Claro que… como el espejo no miente… intentaremos evitar el espejo  o dudar de que la imagen que refleja sea fiable. Criticar al mensajero en lugar de aceptar el mensaje
  •  -Atacar: Vemos perfectamente el fallo, pero no estamos dispuestos a aceptarlo ante nadie, así que no solo criticamos el espejo, intentamos romperlo no vaya a ser que alguien más vea lo que nosotros hemos visto y no nos gustó. Atacar al mensajero intentando eliminar el mensaje.

¿Y si el enemigo está en casa?

“Mujer ante el espejo”.Picasso

Evidentemente la más madura es la primera. Y la más difícil. Porque implica aceptación y reconocimiento de que algo en nosotros y en nuestra forma de ser criados y criar no está bien. Y más aún, implica un ejercicio para corregir toda una línea,no solo de pensamiento, sino de vida. Porque cuando defendemos tal o cual forma de ver las cosas es porque, en general,  es la forma en la que hemos vivido. Y todos en nuestro fuero interno querríamos defender esa posición como si fuera la buena, la mejor, la óptima. No ya por orgullo, sino porque aceptar que no fue así, es aceptar que “alguien” nos falló. Alguien que además era vital para nuestra supervivencia. Por eso defendemos su actuación contra viento y marea.

La abuela  ( o hermana mayor o suegra o cuñada..) que al ser madre no hizo ese cambio en sí misma para con sus propios hijos (sea cual sea la causa),  ve ahora de nuevo que se juzga su papel de hija primero, y de madre después.

Es muy duro aceptar que ella misma no fue maternada y que tampoco lo hizo con sus hijos. Imaginemos lo que supone ver a una  joven madre “inexperta” que decide hacer algo diferente. Que exhibe orgullosa ( o así lo percibe ella, aunque no sea el caso) la bandera de intentar ser mejor madre, de lo que fueron las mujeres de su familia antes que ella.

Y es entonces cuando las más maduras y preparadas, se darán cuenta de que sí, que hicieron todo lo que pudieron o supieron con las herramientas de que disponían en su momento y con el peso de su propia mochila… pero que no fue bastante. Y sabrán reconocer en esa nueva madre frente a ellas una oportunidad de ver cómo podrían haber sido las cosas con más información o con más apoyo o con más voluntad… o con algo que ni ellas identifican pero que saben que faltó. Y entonces te dirá cosas como:

-“Qué bien que ahora tenéis más información y más ayuda… en mi tiempo no había nada de eso…”

¿Y si el enemigo está en casa?

O algo parecido.

Las que no son capaces de hacer ese autoexamen porque ellas mismas son sus peores jueces, optarán por una de las otras dos formas de actuar: criticar o atacar.

Si es tu caso. Si tras estos días de reuniones familiares “de paz y armonía” te has sentido criticada, ninguneada, cuestionada, incluso insultada por gente de la que más esperas respeto y comprensión… ánimo porque no es fácil.  Pero intenta ver las cosas con perspectiva. Y recuerda que igual que en el patio del colegio el más bravucón suele ser el que más miedo tiene de todos… en estas escenas familiares, quien más ataca es quien más herido se siente.

Eso no quiere decir que haya que aguantar.

Pero lo que suelo explicar en mis talleres es que no tiene sentido seguir rebatiendo estas actitudes. No merece la pena hablarles de la OMS, ni de la fisiología del recién nacido, ni de Red Canguro, ni de la neurobiología del cerebro… no con estas personas. Mientras más les digas, más alimentas el fuego de su dolor. Más cargarán contra ti y más frustración. Y al final, no solo tú, sino tu bebé recibirá estos momentos y a estas personas como algo desagradable.
En estos casos aparte de respirar hondo, es bueno que tengas aprendidos e interiorizados algunos tips y herramientas para cortar este tipo de situaciones. Esto es lo que trabajamos entre otras cosas en el taller “Empodérate”.
Te adelantaré uno sencillo:

Cambia de tema

Ten preparadas algunas preguntas que impliquen respuestas que no sean monosilábicas, del tipo:

-”¿ qué es de la tía Pepita que hace mucho que no sabemos de ella? “ o similares…

Cuando tras varios intentos de chinchar con que el niños ha tomado teta varias veces en una hora o que se duerme en brazos o en el fular con lo cómodo que estaría en la cama… si preguntas por las tías segundas, por la novia de tu hermano o por  el resultado del chequeo de papá… desistirán del monotema.  Al menos hasta la siguiente ocasión. Porque lo que es común a este tipo de personalidades es que si no tienen público no actúan.

No seas su público.

No reacciones.

No alimentes su rabia con la tuya.

Quizás no consigas que todas las madres-suegras-hermanas-cuñadas-etc se pasen a tu bando… pero al menos no se te indigestarán los langostinos.

* En los casos en que la relación madre-hija ( o cualquier otro binomio familiar)  ya está deteriorada, si no hay interés por solucionarlo mi recomendación es actuar como con cualquiera fuera del núcleo familiar.


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