Imagina que un día te levantas por la mañana y al intentar salir de la cama descubres que no hay nada. Cuando digo que nada es NADA, no hay agua, no está ni siquiera el suelo de tu habitación porque todo ha desaparecido. Estás en mitad de un páramo inhóspito en lo
que antes fue tu ciudad. No queda rio, no quedan pájaros, no queda gente… nada de nada porque todo lo hemos consumido, bueno, eso no podría ser más que una mala pesadilla porque antes desaparecerías tú mismo que tu pisito, ¡pues buenos son los bancos, como para dejar perder la hipoteca! No hicimos caso a la carta dal jefe indio Seattle, de la tribu de los Swamish, a Franklin Pierce, presidente de los Estados Unidos de América en la que decía que no se puede vender a la naturaleza (si no la conoces pincha aquí pero antes busca un pañuelo porque es uno de los escritos ecológicos más sentidos que he leido).
Si no hicieron caso a un Jefe muchísimo menos lo harán a una niña que se atreve a levantarse para decirnos algo tan obvio que todos podemos ser capaces de entender, “nos vamos a la porra”. Ya sé que para las mentes cerradas el fenómeno Greta Tunberg apareciendo en un mundo “de mayores” que no comprende que en realidad el futuro pertenece a ellos resulta chirriante y digno de demonización, pero su mensaje es de una lógica aplastante. Si esto se acaba se acaba todo.
Entonces es cuando te das cuenta de que muchos de los problemas que te han estado 
Mira, emigrar, lo que haremos todos si no cambia esto. Si, también los que tuercen el entrecejo cuando se habla de Open Arms, de fronteras con pinchos y de sufrimientos “para los otros”. Ellos también huirán cuando el mar inunde sus “palacetes de verano” a pie de playa, entonces veremos que dicen al respecto.
En el fondo llevamos demasiado tiempo comportándonos como una tripulación de 
Pero, ¿sabes una cosa? Si desaparecemos no sucedería nada (te recomiendo un libro, “El mundo sin nosotros” de Alan Weisman). Si el ser humano se extingue 
