Revista Coaching

¿Y si en lugar de tomarnos la pastilla, nos tomamos la vida?

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

¿Y si en lugar de tomarnos la pastilla, nos tomamos la vida?

Es nuestro temor a no llegar lo que nos hace resistirnos a la vida... Y nos cierra puertas y construye muros... Nos hace creer que todo está en contra y que alguien en el algún lugar mueve los hilos para que todo falle... Y es verdad, hay alguien que hace eso, pero es la persona que vemos en el espejo cada día... La que no confía en sí misma ni persiste lo suficiente como para que el camino dé su fruto... La que mira el obstáculo y no piensa nunca que puede ser un impulso, la que agota la paciencia y se dice si misma palabras que nunca querría oír de otros... Es el miedo al miedo lo que nos aleja de nosotros mismos... Que nos hace creer que no encajamos y vamos a seguir siendo castigados por ello en un mundo en el que nadie encaja en realidad, pero todos fingen porque están demasiado asustados para quitarse la máscara... Hay algo que tienes que saber, nadie encaja... Absolutamente nadie entre todas esas personas que ves cada día en la calle, es normal... Todos tenemos maravillosas rarezas y eso es lo que nos hace maravillosos y nos permite crecer.

Es nuestro temor a no ser lo que nos aleja de ser quiénes somos. Porque vivimos aislados de lo que sentimos, de aquellas emociones que consideramos que nos arañan, que nos recuerdan que tenemos cuentas pendientes con nosotros y en realidad es sólo a través de ellas que podremos llegar a encontrarnos y reconciliarnos con nosotros mismos.

¿Y si nos arriesgamos a sentir el miedo? ¿Y si lo notamos y nos concentramos en él hasta que veamos y percibamos cómo pasa y qué nos dice? ¿Y si en lugar de tomarnos la pastilla, nos tomamos este momento para saber qué sentimos?

¿Y si dejamos de ponernos los zapatos de tacón para sentirnos altos y crecemos por dentro? y luego, nos ponemos lo que queramos, sea alto o bajo, pero que sea cómodo, que nos haga pisar fuerte.... Que nos haga fácil llegar a dónde queremos llegar sin que tengamos que pensar que debemos pagar peajes o dar contrapartidas para tocar lo que merecemos.

¿Y si nos desnudamos y descubrimos que ya somos perfectos? y que llevamos años escondiéndonos de nosotros mismos y dibujándonos sin hacer honor a nuestra verdadera belleza...

¿Y si dejamos de correr para huir y empezamos a correr para sentir, para soltar, para descubrir si correr nos gusta y nos libera?

¿Y si sentimos nuestro miedo de una vez por todas y así lo podemos sacar del armario y no tenemos que volver a pasar por delante con ese pinchazo en la nuca?

¿Y si lo que toca es sentarse a la mesa con nuestros fantasmas y servirles el te? Y mirarles a la cara y decirles que aceptas que sus sombras, que notas sus espinas y ves sus miradas inquisidoras pero que vas a seguir, que ya no eres ese o esa que camina eludiendo problemas y que ahora eres responsable de tu vida...

¿Y si dejamos de resistirnos a vivir lo que la vida nos propone y nos dejamos llevar por aquellas situaciones que evitamos? porque tal vez las respuestas están en ese lugar que nos resistimos a ver y en la conversación con aquella persona a la que no soportamos porque nos recuerda que nosotros también tenemos un lado muy oscuro...

¿Y si nos miramos al espejo y nos reconciliamos con esa persona perdida y cansada de que no la mires a la cara porque le reprochas demasiado? ¿ Y si nos amamos sin esperar a que pasa nada ni cambie nada? Basta con decidir ahora que ya somos merecedores de todo lo bueno, sin tener que esperar a hacer algo extraodinario o adelgazar cinco kilos...

No sentir nuestro miedo es querer bailar sin gastar zapatos, respirar sin notar los olores, correr sin sudar, amar sin ser herido a veces, vivir sin ensuciarse... No querer notar lo que somos es renunciar a ser, a conocer... Es perderse a un ser humano maravilloso que cada día llama a tu puerta pidiendo una oportunidad para amarte y tú nunca abres porque temes ver sus defectos... Y cuando no abres, no ves sus ojeras pero tampoco gozas de su mirada brillante... No notas sus abrazos, ni escuchas sus historias ni descubres su inmenso valor...

¿Y si notamos nuestro dolor y nos mecemos en él? ¿Y si nos damos cuenta que lo que realmente nos duele es esquivarlo y rechazar comprender qué viene a contarnos de nosotros mismos? ¿Y si en lugar de meterlo en una caja y fingir que lo olvidamos, le abrimos la puerta y nos tomamos con él un café? ¿Y si le preguntamos qué quiere y le respondemos con lo que nosotros queremos y le dejamos claro que nunca va a mandar?

¿Y si le damos las gracias porque está ahí para contarnos algo de nosotros mismos?

¿Y si en lugar de volver atrás con nuestros pensamientos para recordar lo mal que lo hicimos, volvemos a este momento y damos la gracias por estar aquí?

¿Y si decidimos que no queremos volver a ser víctimas de nada ni de nadie? ni siquiera de nosotros mismos...

¿Y si nos perdonamos de una vez por todas por no haber sido perfectos y gozamos como merecemos de nuestra maravillosa imperfección?

¿Y si nos salvamos de nosotros mismos siendo capaces de amar lo que somos?

Dejando de eludir lo que nos quema, dejando de llevar el fardo de reproches y soltando quejas que solo hacen que recordarnos lo que no somos y nos incapacitan para ver todo lo que hemos conseguido, todo lo que hay en nosotros por el hecho de existir. Para dejar de creer que necesitamos ser algo que no somos y alcanzar una meta que a medida que luchamos por conseguir parece que se aleja... Para comprender de una vez por todas que absolutamente todo lo que hay en nosotros merece la pena... ¿Y si nos reconciliamos con nosotros mismos y empezamos a vivir?

¿Y si afrontamos lo pendiente de una vez por todas?

¿Y si en lugar de tomarnos la pastilla nos tomamos la vida?

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