
De pequeños jugamos a ser todo tipo de personajes, cambiando de uno a otro, según nos lleva el torbellino de energía interno. En ese juego de creación vamos añadiendo a nuestro personaje conceptos, adjetivos, todo aquello que lo define, y siempre siempre se hace desde la diversión desde el placer de probar posibles, hasta que nos quedaremos con aquellas características que más nos gusten, en las que más cómodos nos sentimos.
En ese juego de creación de identidades que hacemos de pequeños, sin ser conscientes al principio, las cosa cambia conforme vamos creciendo. Estamos creando, formando nuestra propia identidad, aquella que nos va a ir definiendo a lo largo de nuestra vida, la cual no tiene porqué gustarnos, pero con el devenir del tiempo y el hábito la hemos hecho nuestra, forma parte de nuestra identidad, al menos de la que hemos creado. Hemos jugado a un juego donde nosotros hemos sido los únicos jugadores al dictado de unas reglas que aun siendo las impuestas hemos decidido internamente si las hacíamos nuestras o no. Y así poco a poco con el devenir del tiempo del juego que nos gustaba en el que nos reíamos y nos divertíamos y del que no queríamos salir, pasamos a un juego sin diversión, que no nos gusta, y del que queremos salir a cada instante.
Pero siempre llega un momento en que bien uno mismo o bien desde fuera se recuerda que el juego es diversión para seguir aprendiendo con la risa en la cara reteniendo más rápida y fácilmente los conceptos, y quizás lo más importante de todo que si estos factores no están incluidos en las reglas de nuestra partida, pues sencillamente no estamos jugando. Igual estamos haciendo el bobo, pero hacer el bobo no es jugar porque la mente y el cuerpo no están accionando que es lo que más les gusta, porque así nos sentimos en alerta, nos sentimos vivos.
El juego está demostrado que es la manera más mejor de aprender, afortunadamente atrás queda eso de la letra con sangre entra, eso es mentira. Está científicamente demostrado que las personas que juegan, que se divierten, que son creativas, y no hay que olvidar que todo ser humano lo es otra cosa es que la desarrolle o no, tienen una capacidad de aprendizaje mucho mayor, tienen más alegría y entusiasmo en su día a día, y claro está tienen una alto porcentaje de no sufrir enfermedades graves, y su esperanza de vida es también mucho más alto.
Si todo este compendio lo sumamos por cada persona que forma parte de algún entramado social, organizacional, laboral, familiar,etc. tendremos herramientas y estrategias totalmente creativas para poder fundar equipos del más alto nivel, y con los mejores profesionales, dando unos procesos de trabajo del agrado de todos con beneficios que se puedan disfrutar tanto dentro como fuera del entorno creado. Resulta entonces más que evidente que si el crear es un proceso disciplinado que es y debe ser divertido, legitimar identidades también lo debiera ser. Es más debiera ser más divertido de manera colectiva que individual, puesto que esa suma de la que hablamos nos enriquece a todos y es un añadido a la creación individual.