¿Y si Estados Unidos cae?

Sin duda es una de las noticias de la semana. La crisis fiscal de Estados Unidos ha hecho que medio mundo contenga la respiración durante dos semanas. Porque ya sabemos que cuando Estados Unidos estornuda, significa que Europa tiene bien cogida la gripe. Y entrar en suspensión de pagos siendo un líder mundial, puede considerarse algo más grave que un simple resfriado, ¿no?

Finalmente todo acabó (o se aplazó hasta la próxima pataleta política) bien. Se aprobaron los fondos necesarios para que Estados Unidos pudiera reabrir la Administración, en el final de lo que fue un pulso entre demócratas y sus contrarios. No sé si se podría decir que ha sido una victoria de Obama, que ya ha dicho que esta crisis ha dañado la credibilidad de su país y envalentonado a sus enemigos, frente a los republicanos, que vieron en la bancarrota que finalmente no fue, una oportunidad perfecta para derrocar al Gobierno que, poco a poco, va escalando su propio Everest. Tan frío, estrepitoso, alto, lleno de obstáculos y peligroso como el de verdad, sobre todo porque es económico.

Y es que da miedo pensar en un mundo donde Estados Unidos caiga. Nos guste más o menos, además del motor que tenemos en Europa (la locomotora Alemania, la troika y demás términos a los que ya nos han famiiliarizado los medios), Estados Unidos es el engranaje de la máquina. Ahí estalló todo en 2008, allí podría volver a estallar. Y ésta vez ha estado cerca. ¿Qué sería de nosotros? ¿Acaso nadie se ha planteado que, a parte de la guerra política y del despacho en la Casa Blanca, había mucho más en juego? ¿Hasta cuando vamos a supeditar el bienestar del mundo al poder?