¿Y si fuera una huella? tituló Alfredo Guevara su epistolario, y le aseguramos que es verdaderamente una HUELLA profunda la que ha dejado este hombre en los creadores cubanos y en todos aquellos que nos acercamos alguna vez a él.
Resulta increíble cómo unos instantes al lado de este sabio conllevaran una enseñanza tan profunda y perdurable. “¿Y si fuera una huella?”, epistolario del renombrado cineasta cubano Alfredo Guevara es un texto que con orgullo recibí de sus propias manos y con palabras imprescindibles encausó mi quehacer dentro del mundo audiovisual.
En estos días Guevara nos dijo adiós y sobre todo, a los jóvenes, a quienes dedicó su pensamiento en las últimas dos décadas de vida. Aún cuando la distancia (física, generacional y de pensamiento) nos separa, a todo aquel que compartiera con él, solo un instante le bastaría para impregnarse de esa luz, y hoy tras su pérdida, sentir la penumbra que nos deja. “Fundar” nos dejó como tarea, pero de seguro estuviera de acuerdo, que también debemos refundar una y otra vez, pues la obra nunca estará concluida y siempre será perfectible.
Este libro llegó a mí el 15 de Julio de año 2009 de las manos del mismísimo Guevara, mientras jóvenes artistas cubanos nos reuníamos para compartir algunas de sus memorias sobre la historia del cine cubano y latinoamericano, y de forma general para compartir importantes pasajes de la historia de Cuba, que han estado ligados indisolublemente al arte en todas sus manifestaciones. Mientras me dedicaba el epistolario pregunté su criterio sobre el papel de los nuevos realizadores audiovisuales de nuestra isla y con el bullicio de la sala que no permitía hablar más de un minuto con tranquilidad, fue breve en su respuesta: “Lo contemporáneo no puede ser ignorado por la entrega de lo cotidiano”. Desde entonces la comprensión de ese consejo se incorporó a mi labor, pero en este empeño crecieron mis cuestionamientos a los medios que he dedicado mi vida, en primer lugar a la Radio y posteriormente a la Televisión. Hoy el “artista” audiovisual ya no baila al compás de un comercial, sus hilos simplemente se mueven al ritmo de otras manos en la cotidianeidad aplastante. Aquel consejo de Guevara, que en menos de un minutos me hizo repensar los caminos en la radio y la televisión, continuará sobre mi mesa de trabajo, aun cuando su epistolario regrese al estante donde un día se haga notar nuevamente, para procurarme una vez más su sabia original, y darme cuenta si anduve por el camino correcto en la búsqueda de la contemporaneidad.
Artículo referente: “Lo contemporáneo no puede ser ignorado por la entrega de lo cotidiano”