Revista Cultura y Ocio

¿Y si hubiéramos ido a otros conciertos, escuchado otros discos?

Por David Gallardo @mercadeopop

¿Y si hubiéramos ido a otros conciertos, escuchado otros discos?

¿Dormiríamos cada noche con la misma persona si hubiéramos ido a otros conciertos, escuchado otros discos? No habitaríamos las mismas canciones. No. La vida es azar. Somos el resultado del azar. Aquel día sonó aquella canción. Aquella vez te convencieron de ir a ese concierto de mierda. Ni te gustó pero, sabes qué: te cambió.

Imagina que estás en una tienda de discos y, no sé, fuéramos Johnny Depp y Charlotte Gainsbourg. Dos corazones explotando que se casan y tienen muchos hijos o, por el contrario, dos almas condenadas a hablar cada noche viéndose de vez en cuando de soslayo. Sabiendo que son ellos. Pero solo son una canción triste más de Radiohead.

Ser una canción de es algo que nadie imagina ser. Podría ser algo a lo que aspirar: vamos a tener un bebé para que sea una buena canción de . Pero si no has ido a uno de sus conciertos no tiene sentido. Igual fuiste a uno de . Ya viraste. Los molan casi tanto como los Lendakaris Muertos. En cada velada te pasaron cosas y lo sabes, podrías haber salido de aquel baño emparejado. Pero ella solo quería decirte hola a solas. Y sorber tu copa.

Si ya de por sí la vida es absurda, imagina hacerte una serie de preguntas, tan aleatorias como las infinitas respuestas. ¿Por qué fuiste a ver a los Héroes del Silencio en lugar de a ? Esa decisión marcó toda tu vida. ¿Te acuerdas? Fue aquella noche que conocimos a aquellos chavales, Os casasteis. Le dejaste. Luego él volvió con la excusa de ver otra vez a Bruce Springsteen. Acabó fatal aquello. Pero el concierto en el duró cuatro horas. Hace tanto tiempo de todo.

En una mano la salvación, en la otra la muerte. No lo sabes en ese instante, pero tienes 15 pavos que te quieres fundir. Eliges mal: estás en el lado bueno de la historia. Eliges bien: de repente aparece Jon Bon Jovi a tu lado con su sonrisa de mierda y resulta que elegiste mal. Estamos construidos, acorde a acorde, de unos ladrillitos que nadie va a mover jamás con el paso de los años. Antes de las dudas, todos los cimientos. Ahora que igual dudas, no estás armado de cemento.

Aquella noche potaste en sus pies, pero se quedó. El grupo molaba que te cagas. Se fue dos días después. No era tan bueno el grupo. Ni tú. Ni ella. Todo estuvo mal todo el tiempo, pero no puedes dejar de imaginarla durmiendo a tu lado. La vida es tan aleatoria como un setlst de Pearl Jam y así está bien porque si te gusta una cosa te tiene que gustar la otra. No vale otra maldita cosa. Ser aleatorio no es un menú cerrado.

¿Y si hubiéramos ido a otros conciertos, escuchado otros discos? No seríamos los mismos. Es una pregunta retórica, no tiene más objetivo que sacar de aquí dentro unas líneas para equilibrar el desconcierto. Intención, por otro lado, imposible, pues todos somos playlists que caminamos sin reconocernos por la Gran Vía de Madrid un diciembre cualquiera. Yo me desvelo por ser la playlist de alguien igual que tú anhelas ser la de aquel otro.

Somos temazos random que hacen explotar al planeta cuando conectan. Ascensores que suben y bajan. Aviones que aterrizan y despegan. Gente que nace mientras otra muere. Y siempre suena una canción cualquiera. Pero no somos música para ascensores. Somos la vida y la muerte al mismo tiempo. En aquel concierto en aquel estadio lo supimos, aunque nunca lo dijimos. Hasta este domingo en el que querías ver a Pitingo. Y, mira, no. Aquí, efectivamente, se acabó.

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