Se atribuye a Benjamín Franklin, científico además de político. el invento del cambio de hora, con el objetivo de ahorrar energía adaptando nuestra vida al horario solar.
Aunque esto del cambio horario no fue realmente aplicado hasta la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania optó por reducir el número de horas de iluminación artificial para ahorrar carbón para la guerra. Ciertamente esta estrategia fue imitada tanto por aliados como enemigos.
Tras la Segunda Guerra Mundial no se utilizó de nuevo el cambio de hora hasta la crisis del petróleo de 1974 (el cese de producción de la OPEP para presionar a USA), lo que llevó de nuevo a establecer el cambio horario como ahorro energético.
El cambio de hora se realiza teóricamente para ahorrar energía, y, evidentemente, la empleada en iluminación. Pero es casi imposible encontrar datos verdaderamente fiables sobre este ahorro.
Es obvio que el ahorro doméstico es algo muy relativo, y la luz que no usamos a primeras horas del día al final la gastamos cuando obscurece más temprano y posiblemente tengamos que cuantificar un mayor gasto en calefacción, dado que en muchas casas se ve la televisión hasta muy tarde.
Y los sistemas de trabajo y de producción industrial han ido evolucionando mucho (liberalización de horarios, turnos solapados, trabajo desde casa…), de modo que la necesidad de contar con una hora extra de luz durante la mañana en muchos casos no es fundamental.
Tal vez se conseguiría una mayor rentabilidad concienciando a la gente de la necesidad de estar más pendientes de apagar las luces o de instalar reguladores horarios y/o fotovoltaicos que puedan reducir el consumo.
A la vista de los datos del gestor único de energía eléctrica de España, Red Eléctrica de España (Fuente de consumos: https://demanda.ree.es/demanda.html), queda claro que, a nivel de consumo eléctrico, no existe ese pretendido ahorro milagroso por cambiar de hora dos veces cada año.
La solución definitiva y salomónica podría ser dejarlo en media hora para todo el año y dejar de marear la perdiz con un cambio horario que no tiene lógica alguna.
Ya saben lo que dijo Groucho Marx:
Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cuatro años!
Mark de Zabaleta