Nuestra vida puede ser feliz por
los cuatro costados y estar contentos no solo por lo que tenemos alrededor sino
por lo que somos. Nuestra vida puede tener problemas pero tener la sensación de
estar respondiendo bien a las dificultades de la vida y sentir que somos
felices. Nuestra vida puede ser una vida en positivo en la que disfrutamos de
pequeñas y grandes cosas y miremos con ilusión al futuro. Y sin embargo, un
día, sin ningún motivo aparente, no tener ganas de nada. Y es que hay días que
a uno (o a una) lo único que le apetece es no salir de la cama o volverse a
ella cuanto antes, no ver a nadie o hincharse a llorar con alguna película. Hay
días donde la nostalgia nos invade y la ilusión desaparece. También hay días,
con emociones menos profundas, donde simplemente todo se tiñe con cierta
desgana.
No estoy hablando de tener esas
sensaciones de forma más o menos estable a lo largo de los días, las semanas o
los meses. Simplemente me refiero a tener uno o dos días donde las fuerzas
parece que se han agotado o una semana donde las cosas se nos ponen algo cuesta
arriba. ¿Y que pasa si eso ocurre? ¿Significa que nuestra vida no es tan feliz
como creíamos? ¿Qué tenemos problemas ocultos que necesitamos solucionar? Pues no,
sencillamente todos los días no pueden ser iguales y de vez en cuando puede
salir un día gris.
La vida es un conjunto rítmico de
situaciones, pensamientos, emociones y
conductas que cambian, y en ese rítmico cambio pasamos por ciclos que
van marcando horas, días, meses y años. Los ritmos biológicos señalan periodos
de sueño y de vigilia, de descanso y de actividad, de energía y de fatiga.
Existen ciclos conocidos por todo el mundo como el ciclo menstrual y otros algo
menos famosos como los ciclos de 90-110 minutos que tenemos durante el sueño.
Existen ciclos marcados por la luz del día y la oscuridad de la noche, por las
estaciones del año y otros mas controvertidos como los marcados por las fases
lunares.
Y en esa sucesión de ciclos puede
haber un momento en el que no tengamos ganas de nada, estemos más nerviosos o
sencillamente “no sepamos que nos pasa”. Y si eso nos pasa lo primero y más importante
que podemos hacer es asumir que nos pasa, no enfadarnos con nosotros mismos (ya
que la mayoría de esos cambios no son voluntarios) ni empezar a interrogarnos
por qué estamos así y comenzar a buscar una respuesta que quizás no esté a
nuestro alcance. Si nos podemos permitir el lujo de dejarnos llevar y pasar un
día sin hacer nada, pues lo hacemos y ya está. Y si no podemos, lo mejor es
adaptarnos a la situación y no pedirnos estar al 100% durante el tiempo que
estemos más bajos.
En definitiva, todos los días no
son iguales y los días donde emocionalmente estamos más cansados, tristes o
nerviosos no tienen por qué significar nada. Y es que hay días para todo, e incluso hay días tontos.