Revista Opinión

¿Y si UPYD no fuera una alcachofa?

Publicado el 25 julio 2016 por Manuelvicente

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Todos aquellos que tenemos pensamiento magenta -la mayoría de los cuales ya no tienen el carnet de UPYD- debemos ser una especie de “locos equivocados” a tenor de los datos que ofrecían los últimos barómetros del CIS en los que aparecía nuestro partido, los cuales ya mostraban, a quien quería verlo, que UPYD estaba en proceso de desaparición. Sólo dos datos del sondeo previo a las elecciones del 20-D son suficientemente elocuentes: el 71% de los españoles nunca votaría a UPYD y sólo el 0,2% cree que UPYD es un partido útil para solucionar los problemas de España. ¿Tan equivocados estamos que, a pesar de todo, seguimos convencidos de que el ideario magenta es el más beneficioso para la sociedad española? Es obvio que no. Lo que nos diferencia del resto de los españoles es que nosotros sí hemos saboreado el corazón de la alcachofa.

A falta de recursos propios para hacer estudios de opinión, un simple ejercicio de conversación con personas de nuestro entorno nos ofrece buenas pistas sobre el concepto que los españoles tienen de UPYD.  Buena parte de ellas harán referencia a que Rosa Díez es una mujer muy autoritaria, otras mencionarán que en este partido estaban siempre peleándose, los habrá quienes nos consideren a todos unos soberbios que insultamos a los votantes mientras que los más interesados en la actualidad política harán referencia a las traiciones de los Prendes, Cantó y Lozano, a la vez que los muy seguidores afinarán el análisis mencionando la confrontación con los europarlamentarios encabezados por Sosa Wagner. ¿Y les falta razón? No. Todo ese tipo de comportamientos repetidos durante ocho años son los que han impedido que la gente se haya acercado a conocer los beneficios que les reporta el ideario magenta.

Durante ocho años, la dinámica interna de UPYD ha sido la de un grupo de personas  que se empujaba y se zancadilleaba para dilucidar quién se beneficiaba de los votos que conseguía una de ellas (Rosa Díez) sin que hubiera nadie más que intentara captar votos en su entorno. Quizá no las había porque ni siquiera les dejaban. El partido político UPYD ha sido siempre propiedad de su Consejo de Dirección, cuya labor de expansión consistía en designar a sus correlatos en las Comunidades Autónomas, quienes a su vez concedían un papel muy secundario, en el mejor de los casos, al resto de la militancia. A los anales de la historia bárbara de la política pasará una frase que se atribuye a Martínez Gorriarán: “No queremos militantes sino votantes”. Los aventureros cuerdos, como les ha bautizado Rosa Díez, dejaron escrito un gran proyecto político y construyeron un nefasto partido.

A la mayoría de los españoles, desencantados de la política y los políticos desde hace siglos, ni les interesa ni están dispuestos a soportar todas estas prácticas. Sería muy interesante para España, en mi opinión, que algunos cuerdos aventureros intentaran ahora culminar la tarea construyendo el partido que se merece el extraordinario ideario magenta. Sería relativamente fácil: sólo hay que seguir el ejemplo de UPYD… y hacer lo contrario.


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