Y, sin embargo, no hay por qué bajar la cabeza ante esta situación sin alternativas aparentes. Propongo que, para empezar, nos serenemos todos, abandonemos la dimensión de las pasiones humanas -la indignación-, y nos pongamos a pensar; tratemos de definir una respuesta que sea viable y responsable sin renunciar a los principios propios y con efecto a medio plazo. Siempre es mejor una izquierda reflexiva que una izquierda indignada.
Fernando Vallespín, “Izquierdas al borde de un ataque de nervios“, El País, 02/09/2011.
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