Piensa. ¿Qué has hecho en el último mes? Yo te puedo decir que habría hecho si hubiera elegido vivir en una ciudad como era Bogotá, donde pensé que estaría viviendo ahora. Hubiera trabajado durante todo el día, a veces me hubiera reunido con amigos para tomar algo juntos y conversar y me hubiera ido pronto a casa porque al día siguiente hay que madrugar. Hay que trabajar. Igual también ya estaría apuntada a algún deporte o baile para matar el tiempo libre. Los fines de semana hubieran sido el motivo de esparcimiento, me habría ido a visitar pueblos, porque viviría en una ciudad que no me gusta (muchos viven en lugares que no les gusta, no sería la única) y querría aprovechar mi tiempo libre para hacer algo distinto, entretenido, para desconectar de la vida real.
Pero mi último mes no ha sido así. Ha sido un mes nómada. He vuelto a mis orígenes, a disfrutar de cada minuto del día, sin que sea fin de semana, sin que sea un festivo. He hecho tantas cosas que han parecido tres meses en vez de uno. Justo hoy que hace un mes que llegué a Cali desde Bogotá. Justo hoy hace un mes hice nuevos amigos de Chile, Colombia y Argentina y hoy hace un mes que salí con ellos a bailar salsa a la feria de Cali y que acabamos bailando en una fiesta en una entrañable casita en una de las colinas que rodean la calurosa ciudad. Justo mañana hará un mes del año nuevo más divertido de mi vida. Un año nuevo caluroso, bailando y riendo en la terraza de una casa del barrio de San Antonio con la música en directo de los Gipsy Cumbia.
Hace menos de un mes que me fui a Pasto, a disfrutar de sus maravillosos carnavales, en la región andina de Nariño, en la frontera con Ecuador, un lugar con una cultura muy propia y arraigada que me fascinó. Y disfruté unos días con una amiga a la que hacía más de seis años que no veía. Hace menos de un mes que subí el Volcán del Azufral hasta su laguna verde. Lo subí con un grupo de colombianos gracias al Couch Surfing. Yo quería ir a ese lugar peor no quería ir sola. Lo puse en el mencionado portal y un chico me contactó para decirme que había una mini excursión organizada y que había una plaza libre. Porque la vida está llena de pequeñas sorpresas. Y allí conocí a gente maravillosa que tenían pensado irse de viaje a Ecuador tras los carnavales. Yo también tenía pensado ir a Ecuador y fuimos juntos. Y disfrutamos mucho juntos de esos cinco días pasando largas horas de autobuses para conocer Quito, para llegar al pequeño pueblo costero de Monpiche y para llegar a Canoa. Para caminar descalza por esos pueblos con suelos a medio asfaltar, para bañarme en el cálido mar Pacífico un semana de enero, para pasear por una isla solitaria en compañía de nuevas personas que ahora serán amigos de por vida.
Hace poco más de dos semanas que me refugié en el pueblo de Salento, en el eje cafetero. Fueron días de mucho trabajo inspiración, tranquilidad y naturaleza. También conocí a gente estupenda. De Argentina y Polonia, Francia y Colombia. Comí asado, escribí mucho, caminé por el Valle del Cocora, me reencontré con una amiga, grité de alegría en un jeep… y un sábado en el que sólo tenía pensado trabajar, decidí, a las 8 de la mañana, que en vez de pasar el fin de semana frente a mi ordenador, era mejor idea caminar dirección al nevado de Tolima. Y caminé, y me frustré caminando y casi lloré pensando que mi cuerpo estaba demasiado cansado para seguir. Pero seguí y, tras nueve horas, pude acostarme a descansar en un refugio a cero grados y con cinco mantas sobre toda la ropa que llevaba puesta. Y al día siguiente me levanté antes del amanecer para seguir un poco más. 12 kilómetros más para ver una laguna que no mereció del todo la pena. Y vuelta a Salento.
Y hace algo más de una semana que me fui a Medellín, a reencontrarme con los amigos de Ecuador. Y en Medellín y Sabaneta pude conocerlos mejor, disfrutar de sus rutinas, conocer su entorno, compartir grandes momentos, bailar salsa, conocer la timbalera, y notar que el agotamiento se está apoderando de mí.
Y ayer llegué a Guatapé, un pueblecito rodeado de naturaleza cerca de Medellín. Ya he conocido a gente muy interesante. Entre ellos una española y un chileno que realizan ‘consumo colaborativo’ y que me sirven para un artículo. Porque cuando estás en movimiento es inevitable conocer personas con historias interesantes. Hoy madrugué mucho para trabajar. Ya casi acabé lo que me quería acabar por la mañana. Y así, un jueves cualquier de un día de enero, puede que me vaya a hacer kayak o a intentar escalar.
Porque la vida no está hecha para vivir en un sólo lugar. Porque la vida no está hecha para disfrutar sólo de los fines de semana. Porque la vida es para disfrutarla. Día a día.
Vista de la terraza de la fiesta, ya vacía, desde la casa de la amiga a la que fuimos para acabar la noche (o mañana)
Carnaval de Pasto. Hehco por los artesanos locales que trabajan mucho para hacer un gran evento de esta celebración.Laguna verde en el Volcán del Azufral, en Nariño.Canoa, Ecuador. Me gusta enero, cuando enero es parte del verano.Palmas de cera en el Valle del CocoraPáramo de Romerales en el PNN Los nevados. Dura la caminata hasta llegar allí, pero merece la pena el paisaje.