ISBN: 978-84-9838-711-7
Número de páginas: 96
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Narrativa
Colección: Narrativa
PVP: 16,00 €
PVP e-book: 8,99 €
Sinopsis:
Hay libros que dejan una marca indeleble y, mucho tiempo después de haberlos leído, permanecen vivos en nuestro recuerdo. Éste es uno de ellos. A los ochenta y seis años, Marceline Loridan-Ivens ha volcado en esta carta abierta a su padre un cúmulo de sentimientos profundamente arraigados desde su juventud, de los que ha sido incapaz de desprenderse durante toda una vida.
Tú podrás regresar, porque eres joven, pero yo ya no volveré.. Esta simple frase, que Marceline oyó de boca de su padre cuando eran deportados en el mismo tren al campo de Auschwitz-Birkenau en abril de 1943, quedó grabada en su memoria para siempre y es el origen de este relato extraordinario.
La dramática lucha de una chica de quince años por sobrevivir en una situación que ha pasado a la historia como paradigma de la máxima depravación de la que es capaz el hombre queda plasmada con una voz asombrosamente desprovista de sentimentalismo y autocompasión. En su lucha imposible contra una fuerza aplastante, Marceline narra los hechos cotidianos con la frialdad y la distancia de quien, incluso después de setenta años, no puede permitirse ni siquiera el sufrimiento; de alguien que invirtió hasta la última fibra de su persona en un solo fin: salir con vida del infierno y honrar así las palabras de su padre.
Pero más allá del conmovedor homenaje de una hija a la única persona en el mundo a la que pudo amar de verdad, estas páginas exhalan un reconfortante soplo de energía y vitalidad, una demostración palpable de la insondable capacidad del ser humano para sobreponerse a los desafíos más extremos que su propia especie le presenta.
Opinión:
Impresión: Tristeza
¿Por qué me martirizo leyendo este tipo de libros? Sin duda es una pregunta perfectamente válida. Libros que desgarran, libros que remueven, libros que cubren mi mundo, por unas horas, con una pátina de tristeza. ¿Y para qué? ¿Para qué castigarme de este modo? ¿Por qué quiero sentirme vacía, apagada, derrotada? Ahora mismo podría estar riendo a carcajada con Jesús me quiere, de David Safier, que a mí madre le ha gustado tanto que estoy pensando en hacer relectura. O leer otro libro de fantasía que me permita montar en dragones y participar en complejos juegos de poder.
Pero no.
Aquí estoy.
Martirizándome con otro libro sobre los campos de concentración nazis. Narrado por alguien que realmente estuvo allí, que son los que más duelen. Ver la diferencia tan abismal que hay entre las obras narradas por personas que realmente experimentaron todo aquello en contraposición con autores que se han informado muy bien, hace que me pregunte qué tan importante es haber experimentado algo para poder escribir bien sobre ello.
Y no solo eso. Me pregunto sobre el mundo que me rodea. ¿Por qué nos quejamos tanto si nunca hemos vivido tan bien? Me pregunto sobre la frivolidad que nos envuelve. Tengo 33 pares de vaqueros; Marceline soñaba con llevar un traje a rayas solo para no llevar ropa de otros muertos. Pienso en nuestros dramas diarios y cómo en realidad no son nada.
El egoísmo. Puede que sea eso lo que me empuje a leer libros. Libros en los que son los demás los que sufren, cuyas desgracias hacen palidecer mis tristezas. Esta mañana estaba preocupada por un examen que tengo mañana y una conferencia que no me he preparado. Ahora mismo me parece tan redundante, que aquí me tenéis, divagando sobre por qué este mundo es tan triste. Lo sé, ahora mismo soy la alegría de la huerta.
No lo sé, puede que estos libros me entristezcan, pero, por contradictorio que parezca, hacen mi mundo más brillante. Después de leer lo que se siente al vivir en un vagón durante diez días entre cadáveres o sobrevivir con una hogaza al día, o ver que alguien considera un tomate un tesoro, o pensar en convivir con el olor a cuerpos quemados cuya fosa has cavado tú misma,..después de eso, no puedo evitar sentirme afortunada.
Vale. Volviendo al libro. O empezando a hablaros de él. Como dice la sinopsis, no se trata de una biografía, ni de una ficcionalización de unos hechos. La protagonista, Marceline, que estuvo en Birkenau cuando tenía quince años, escribe desde su vejez al padre que nunca regresó. Por tanto, no encontraréis una historia. La autora ni siquiera nos escribe a nosotros, sino a su padre, y le habla a él.
Por eso, no es un relato ordenado de hechos cronológicos. No nos describe cómo los capturaron, las penalidades del viaje, los detalles sobre el campo y sobre lo que ella hacía allí, ni tampoco la liberación. O sí. Sí que nos habla de ello, pero de forma superficial, porque eso no es importante. Así que si buscáis un libro con el que documentaros acerca de cómo se sobrevivía en Auschwitz, este no es vuestro libro. Aquí lo que importan son los sentimientos. La protagonista/autora no nos cuenta lo que vivió, solo los sentimientos que le provocaba todo ello y las marcas que le ha dejado. Pero tampoco es que nos cuente cómo se sintió, sino que vuelca sus lágrimas en el papel.
Este no es un relato desgarrador, que busque entristecer al lector o impactarle. No se habla de los horrores de Auschwitz ni la autora se recrea en el sufrimiento y el terror. Estoy segura de que presenció muchas cosas terribles, que nos revolverían el estómago y que nos impactarían. Pero no habla de ello, quizás porque es incapaz.
Y esto es algo muy habitual de los libros que he leído contados por personas que vivieron hechos tan traumáticos, el hecho de distanciarse de ellos y no describirlos. Pero eso no hace que sean menos sentidos, al contrario, al desnudar la narración de los hechos escabrosos que solo buscan atraer al lector morboso, hace que sean los pequeños detalles lo que importe y sobre todo, el tono. El libro no cuenta nada nuevo ni cuenta cosas que te hagan estremecer, pero merece la pena solo por cómo lo cuenta, por el tono desesperanzador que impregna cada una de las páginas.
Por muchas obras que lea de este estilo, me sorprendo de nuevo cada vez con la actitud que adoptaron los supervivientes: la deshumanización. Y quizás sea este uno de los detalles que más me ha marcado de esta lectura, cómo la única salida al suicidio es la alienación mental.
He de decir que no todo es positivo (oh, sí, la tristeza y la desesperanza son positivas). El libro se me ha hecho corto. Hubiera gustado que profundizara más en su historia, en sus vivencias, no tanto por el morbo, como por el hecho de que quería más páginas. Además, el último tramo, más centrado en cómo rehizo su vida, me ha parecido muy biográfico.
¿Cómo rehaces tu vida después de haber vivido algo así? Pista: no lo haces. Nunca se rescató a los prisioneros del campo de concentración porque el campo sigue allí como una losa demasiado pesada en sus corazones. No se puede olvidar algo así, hacer borrón y cuenta nueva. Y leer sobre la carga que llevan lo supervivientes sobre sus hombros hace que me pregunte si los verdaderos afortunados no fueron los que murieron allí y no se ven obligados a recordar ese horror cada mañana.
"Los dedos de los pies, helados, se me quedaron entumecidos para siempre. Las infecciones me dejaron en los brazos y en las piernas círculos blancuzcos en los que la piel es fina y fofa. Durante mucho tiempo conservé en la nuca las huellas de los bastonazos. Y si me he mantenido flaca y menuda es porque con frecuencia, delante del espejo, diez, veinte años más tarde, he pensado: 'Debo seguir delgada y esbelta para que no me envíen al gas la próxima vez' "No es fácil valorar libros como este, basados en hechos reales, en los que personaje y autor son la misma persona. Algo que me ha parecido curioso de a autora/personaje es la idealización que ha hecho de su padre, que pereció en el campo, y el odio que siente hacia su madre y el resto de su familia. Visto desde fuera, no es racional: su padre no hizo tanto por ella y su madre solo intenta ayudarla de la forma que cree que es mejor. Pero tras conocerla...entiendes por qué piensa así.
En conclusión, un libro que merece la pena tanto si habéis leído antes sobre el tema como si no, mientras no le tengáis miedo a la tristeza y a la desesperanza. Peca por ser muy corto y por no profundizar demasiado, pero la autora sabe condensar muy bien todo su dolor y sus sentimientos. Os lo recomiendo.
Cosas que he aprendido:
- La diferencia que hay al escribir entre haber experimentado algo o no.
- A veces, no importa tanto ser escabroso, como cuidar el tono que usas.
Y para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:
PUNTUACIÓN...4/5!
Primeras Líneas...