Título: Y tú no regresaste
Título Original: (Et tu n'es pas revenu, 2015)
Autor: Marceline Loridan-Ivens
Editorial: Salamandra Traducción: José Manuel Fajardo
Edición: 1ª Edición: Septiembre 2015
ISBN: 9788498387117
Tapa: Blanda
Etiquetas: autobiográfica, basada en hechos reales, campos de concentración, epistolar, supervivientes, genocidio, exterminio, holocausto, nazismo, judíos, literatura francesa, novela, Birkenau, Auschwitz
Nº de páginas: 96
Colección: Narrativa Salamandra
© Éditions Grasset & Fasquelle, 2015
© Ediciones Salamandra, 2015
En segunda persona y con todo el desgarro de una hija cuyo padre nunca regresó de Auschwitz, Marceline Loridan-Ivens indaga en esta novela corta en las heridas que quedan abiertas para siempre y en las consecuencias del genocidio nazi, tanto para quienes estuvieron allí como para quienes tuvieron familiares en los campos. Volvieran o no volvieran.
Escrito en segunda persona, Sin recrearse en el horror, Y, sin embargo, y a pesar del dolor, de las emociones, del horror, de la rabia y de la incomprensión, creo que el fondo de esta novela corta es alegre. O, por lo menos, optimista. Pasó, sí, y nunca lo podremos olvidar pero, como dice
Tiene mucha razón la primera frase de la sinopsis que la editorial ha colocado en la contraportada de este libro: hay libros que se quedan en nosotros, que nos dejan una marca en el alma o en el corazón o en la cabeza que no se borrará ni se olvidará por mucho tiempo que pase. Y este es uno de esos libros, una de esas obras capaz de conmoverte hasta lo más profundo pero, al mismo tiempo, hacerte pensar, hacer que reflexiones sobre un pasado que sí, pasó, pero cuyas consecuencias aún seguimos viviendo.
como una larga carta que la autora escribe a su padre, esta novela tan corta como intensa, nos devuelve al horror de los campos de concentración y de exterminio. Tanto Loridan-Ivens como su padre fueron capturados y llevados a con un tono emotivo pero no victimista, Loridan-Ivens va desgranando su experiencia como Loridan-Ivens no se centra solo en compartir con su padre ausente sus vivencias en los campos nazis sino que también analiza el después, lo que ocurrió una vez que ella volvió a casa y su padre no, cómo se lo tomaron su madre y sus hermanos, con qué cargas ha tenido que convivir día a día por ser una Loridan-Ivens al comienzo del relato, "a pesar de lo que nos pasó, yo he sido una persona alegre [...]. Alegre a nuestra manera, para vengarme de estar triste riéndome de todos modos". Una actitud que queda por escrito en las primeras líneas de este relato pero que también queda plasmada en la forma de vivir que se descubre a lo largo de sus páginas y en la fotografía que ilustra la biografía de la autora, una fotografía que muestra una sonrisa como pocas, una sonrisa tremendamente feliz. Una sonrisa que, tal vez, es patrimonio exclusivo de quien sobrevivió a pesar de todo y de quien le da una bofetada al dolor y a la humillación con la fuerza de la alegría. superviviente del holocausto que regresó a casa sin el padre con el que se la llevaron. Dibuja, así, el perfil de una familia que nunca se sobrepuso al exterminio y que nunca perdonó o superó o logró reponerse de la falta del padre. La autora reflexiona, de este modo, sobre el día después, el año después... la vida después de algo así y lo hace desde una óptica personal (su propia experiencia) pero también extrapolable a otras muchas personas que vivieron un infierno como aquel. judía capturada, explotada, sometida. El hambre, las constantes humillaciones, la vivencia de la muerte como algo cotidiano, la incertidumbre de no saber de tu familia, ni si quiera qué va a ser de ti; la frustración, pequeños guiños de complicidad y la falta absoluta de humanidad de quienes los retuvieron son algunas de las cuestiones ineludibles que salen a colación en este texto. Cuestiones que ya han sido abordadas en otros libros y otras novelas pero que aquí, quizá por la concentración expresiva, por la intensidad de lo contado, por la contención de sentimientos o por ser la visión de una chica de quince años que sobrevivió, se hacen más profundas, más impresionantes. Auschwitz (él) y a Birkenau (ella), dos campos tan cercanos que muchas veces se consideran uno solo, el mayor de todos, pero lo suficientemente separados como para no saber nada el uno del otro o para sufrir el tremendo castigo que conlleva la alegría mostrada por un encuentro fortuito.