Para celebrarlo nada mejor que un pequeño homenaje a dos de mis grandes amores: los libros, y ¿Cómo no? la fotografía
Mi hijo mayor, aquel que estudia para cineasta y me ayuda en las tareas fotográficas, tiene la bonita costumbre de despedazar y diseccionar cada una de las películas que vemos, ya sea en la tele o en el cine, con el consiguiente enfado de una servidora, que no consigue ver una película en paz de principio a fin. Lo que sucede es que todo se pega, y si procede de un hijo, todavía más. Por lo tanto, procedo a la disección de la imagen que acompaña a este post.
Amo la fotografía sobre todas las cosas. Amo las imágenes, amo el color, amo el blanco y negro. Amo las cámaras antiguas. Amo las cámaras modernas. Amo mi nueva y antigua Kodak Retina porque me recuerda aquella Kodak Retina con la que jugaba de muy pequeña a mover numeritos y ruedas, a cerrar y abrir la pequeña puerta del objetivo que me hacía pensar en la cabeza de una tortuga tímida.
Amo los libros, los amo hasta no poder más. Amo leer, amo la literatura de las grandes escritoras españolas. Amo las páginas de papel y las de la pantalla. Amo a Wilde, y amo su manera de escribir sobre la vida. Amo su cara en los retratos, lánguida y decadente. Amo tener mis libros desordenados en la librería del salón, y ordenados por el resto de la casa.
Más que una foto, es un pequeño homenaje a las grandes pasiones que te mueven en la vida, que te acompañan en tu día a día. Sea San Valentín o no…