No te ha pasado alguna vez que le has pedido algo a alguien y te ha dicho: «está en su sitio». Y tú te quedas a cuadros pensando: ¿y cuál es el sitio?
A mí, concretamente, me pasa frecuentemente con mi mujer. «¿Dónde están las tarjetas sanitarias de los niños? En su sitio». Y yo venga a revolverlo todo, sin encontrarlas, buscando en los sitios donde me «parece lógico» que puedan estar.
Hasta que, temiéndome el sonoro resoplido habitual, le pregunto: «¿Y cuál es el sitio?. Y ella se viene, abre una cajita que tenemos en el recibidor, y allí están. En décimas de segundo.
¿No te has preguntado nunca cómo somos capaces de saber dónde están las cosas? En realidad si lo reflexionas bien, esto son muchos TB de información, ¿verdad?
¿Cómo es esto posible? Pues es posible porque nuestro cerebro ha desarrollado un mecanismo para ello, que se basa en establecer una correspondencia biunívoca entre lugares y significados.
Esta relación hace que sepamos dónde están las cosas sin tener que pensar, es decir, sin tener que gastar energía mental, al liberarnos de mucha carga cognitiva.
Así que precisamente este es el principio productivo que está detrás de organizar. Un sitio, un significado.
Un aspecto también muy relevante es que esta relación entre sitio y significado es subjetiva. Es cada persona la que va estableciendo esta relación y en consecuencia es para la única que tiene sentido.
De hecho, para mí, el sitio de las tarjetas sanitarias de los niños es una carpeta que tengo en mi mesilla de noche. Así que dependiendo de quien la haya utilizado la última vez —mi mujer o yo— estarán en un sitio o en otro. Y en ambos casos estarán bien organizadas.
Al desarrollar la competencia de la efectividad personal es, por tanto, necesario entender bien este principio. Y por supuesto aplicarlo. Si no somos personas organizadas difícilmente podremos ser personas efectivas.
Y con esta introducción me vuelvo al título del post. Este nace, medio en broma, de la reacción que tengo cuando muchas personas me preguntan sobre ¿dónde pongo esto?
La verdad es que, siendo fiel a este principio, yo no podría responderles. Como te decía esta correspondencia biunívoca entre lugares y significados es subjetiva.
Evidentemente, puedo opinar, aconsejar, explicar mi experiencia, pero esto no implica necesariamente que lo que digo tenga sentido para la persona que me ha preguntado.
Por eso mismo, con la experiencia, he aprendido a ser extremadamente cauto ante esta pregunta y evitar el fundamentalismo del «esto va aquí».
En realidad el fundamentalismo me lo reservo en lo que a los principios productivos se refiere. Aquí sí que la cuestión es de blanco o negro. El principio productivo en sí es indiscutible. Esto es el corazón de la cebolla: «intocable». Pero a medida que vamos yéndonos a capas más externas las posibilidades de aplicación ya pueden ser múltiples y variadas.
Así que no busques desesperadamente el truco para organizarte preguntando a otras personas sobre dónde va tal y cuál cosa. Te podrán responder, pero nunca te van a poder ayudar, porque el significado se lo das tú.
Céntrate y respeta el principio productivo de «un sitio=un significado». Y ponlo donde te dé la gana, no obstante ten en cuenta que si en un sitio hay elementos con más de un significado se rompe esta relación, y ya no estará organizado.
Otro ejemplo para terminar, yo no tildaría nunca a una persona de desorganizada si veo que tiene una pila de papeles tirada por el suelo de su despacho. Posiblemente, para aquella persona esa pila tenga un significado, como por ejemplo «pila de papeles para destruir».
Eso sí, si en esa pila hay un par de papeles que quiere guardar, o releer, entonces si: no está organizada.
Y a las personas que tengáis hijos o hijas adolescentes, os dejo deberes: su habitación que os parece una leonera ¿está organizada? Me atrevo a anticipar que seguramente más de lo que creéis. 😉
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La entrada Y yo qué sé, ¡ponlo donde te dé la gana! se publicó primero en Efectivitat.