
"Has descubierto que disfrutas mucho del hecho de que a la gente le guste tu escritura, y también descubres que tienes muchas ganas de que a la gente le gusten las cosas nuevas que escribes. La motivación de la pura diversión personal empieza a ser suplantada por la motivación de gustar, de que haya gente guapa a la que no conoces que te aprecie y te admire y te considere buen escritor. El onanismo da paso al intento de seducción, como motivación. Ahora bien, el intento de seducción resulta muy trabajoso, y su diversión se ve compensada por un miedo terrible al rechazo. Sea lo que sea el "ego", tu ego acaba de entrar en juego. O tal vez "vanidad" sea una palabra mejor. Porque te das cuenta de que gran parte de tu escritura se ha convertido en puro exhibicionismo, en intentar que la gente te considere bueno. Y es comprensible. Ahora estás poniendo mucho de ti mismo en juego, cuando escribes; y también está en juego tu vanidad. Descubres algo peliagudo que tiene la escritura de narrativa: que para ser capaz de escribirla es necesaria cierta cantidad de vanidad, pero que cualquier cantidad de vanidad por encima de la estrictamente necesaria resulta letal. Llegado este punto, más del noventa por ciento de las cosas que estás escribiendo ya están motivadas e informadas por una necesidad abrumadora de gustar. Y esto genera una narrativa de mierda. Y la obra de mierda debe acabar en la papelera, no tanto por una cuestión de integridad artística como por el simple hecho de que la obra de mierda va a hacer que no gustes. Llegado este punto de la diversión del escritor, la misma cosa que siempre te ha motivado para escribir ahora te está motivando también para tirar lo que escribes a la papelera."
Considerando, como considero, que muchas de mis últimas entradas han sido ejemplos de este, digámosle, síndrome, decido no marcarme una frecuencia que me lleve a un viernes relajado, un sábado presuroso y un domingo histérico. O sea, cualquier momento de la semana debería ser bueno y cualquier tema puede constituirse en pretexto. Ni forzar ni evitar, si los temas se amontonan, que estos fluyan, por el avaricioso y mercantilista procedimiento de dosificar o reservar material.

Hace unos días que me fijo en un detalle que leí, creo, en Twitter. Que es cómo Rajoy está tiñendo su cabellera justo por encima de la patilla de sus gafas, de modo que por encima el pelo es negro, y por debajo, la barba muestra una apariencia encanecida. La imagen de Rajoy que, como todo político que ostenta cierto poder, está controlada por un ejército de asesores, busca esa mezcla de poderío juvenil combinado con la experiencia que aportan las canas, pero su aspecto es cada vez más cansado y apático. No es que sufra por el país que gobierna ni por el calvario que su torpeza está haciendo atravesar a millones de personas. Sufre porque ve que su continuidad al mando del país, y la de la pandilla de corruptos a los que ampara, está en serias dudas, y que el tiempo para robar se agota, que el tiempo para beneficiar a empresarios afines se acaba, la posibilidad de extender su trama mafiosa para seguir obteniendo dinero de las arcas públicas empieza a mostrar una fecha de caducidad y, como ladrón avaricioso que es, querría que esto no acabara jamás.
Jamie XX es uno de los componentes de The XX. Creo que he hablado alguna vez de él. Es un tipo joven y tímido que posa fatal. Siempre mira hacia abajo como avergonzado del acné, o quizás echando de menos los platos o los teclados que son su hogar, que son el sitio en el que se siente cómodo.

Lecturas: resumámoslo en un preview para un próximo post. Las nubes se ciernen sobre Anagrama.