Revista Salud y Bienestar

Ya está más cerca la vacuna de la malaria

Por Blogdefarmacia.com

Manuel Elkin Patarroyo vuelve a ver la vacuna contra la malaria o paludismo en su horizonte científico próximo: tras superar el 90% de protección en monos, dentro de un año (junio de 2012) iniciará sus ensayos con humanos, y en tres o cuatro años más (2015-2016) espera tener lista su segunda fórmula inmunizadora, bautizada como Colfavac. “Con la primera (SPf-66), nos demoramos doce años, pero ya tenemos ese camino recorrido y sabemos dónde no entrar”, subrayó el investigador colombiano antes de remarcar “lo barato que es hacer vacunas químicamente” y la posibilidad de su “pequeño laboratorio produciendo millones de dosis” a un coste que rondaría los 10 céntimos de euro. Patarroyo, que pasó por la Casa de América madrileña de camino a Navarra para recoger el Premio Príncipe de Viana de la Solidaridad, ha vuelto a saltar a la actualidad científica con su “método universal” para desarrollar vacunas sintéticas, publicado a finales de marzo en la revista estadounidense Chemical Review. ”No hay una vacuna universal, no puede haberla; lo que sí es universal es el método”, aclaró en la capital española. Ya está más cerca la vacuna de la malaria

Eso supone, primero, que su equipo de investigadores de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia no se va a detener en esta segunda vacuna. De hecho, con la colaboración de su hijo Manuel Alfonso, que continúa la ‘saga científica’ Patarroyo, “ya está trabajando” en dos más, una contra el Plasmodium vivax, el parásito más frecuente causante de la malaria, y otra contra la tuberculosis. Pero también supone que su fórmula podría ser utilizada por cualquier otro grupo investigador, y ya le han contactado desde diversas “instituciones públicas muy interesadas en que hagamos vacunas para el dengue o la leishmaniasis”. Con apenas 15 vacunas para 517 enfermedades infecciosas existentes en la actualidad, las opciones son múltiples.

Tanto en su conferencia magistral de dos horas como en su posterior rueda de prensa, Patarroyo se mostró optimista sobre el citado método universal bny sobre su segunda vacuna antipalúdica. Si en la SPf-66 de 1993 “hubo que hacer 40 o 50 experimentos, ahora basta con uno o dos”, apuntó, y “las reglas están tan definidas”, que ni hace falta sintetizar las moléculas. Casi le preocupa más la futura distribución de la nueva vacuna, que ve “más difícil, a menos que los países lo soliciten y presionen”. El investigador dejó escapar una severa crítica por la “cantidad de normas que se saltaron para sacar la vacuna contra la H1N1″ (gripe A), y remarcó que “somos muy respetuosos de las normas” para la autorización de medicamentos y “no lo haremos”. Patarroyo adelantó que la administración de su nueva vacuna será subcutánea -aún no la ha probado con Colfavac, pero ya lo hizo con su predecesora- y estará basada en microesferas preparadas para romperse y actuar al cabo de hasta 180 días.

Esto permitiría su aplicación en una sola dosis y con un solo pinchazo de ‘pistola intradérmica’, con el consiguiente ahorro de costes en alcohol, algodón y jeringuillas. Para el científico colombiano, cuyo galardón navarro tiene mucho que ver con su solidaria donación en 1995 a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la patente de su primera vacuna SPf-66, es fundamental que la inmunización contra la mortífera malaria (todavía 800.000 fallecimientos anuales, aunque han bajado desde el millón de hace una década) “le llegue a la Humanidad al mínimo coste, prácticamente gratis”.

El investigador, agradecido por el apoyo español y navarro a su trabajo en los momentos de dificultades presupuestarias, se lamentó de que “en América Latina no hay tradición de ciencia” como en España, a la que pone como ejemplo del esfuerzo por “insertar la ciencia dentro de la conciencia”. A su juicio, el despegue hispano empezó con Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno, se apoyó en el envío de universitarios para especializarse en el extranjero y se consolidó con la creación de estructuras para que pudieran regresar. “En 1991, España era un desierto científico, y hoy tiene una masa crítica enorme y buenísima”, apostilló.


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