Revista Opinión
De unas cortas vacaciones otoñales en pleno verano, este año con poco sol, por el norte, Suances, cerca de Santander. El lugar es agradable, típico norteño, ya saben ustedes un pueblo arriba a 100 o 200 m. de altitud, y bajada a la zona playera y allí horizontalidad, con playas habituales del tipo conchas y profundas de anchura, muchas zonas verdes colindantes utilizables y utilizadas. No, el frio no se conoce y lluvia poca, ‘chirimiri’.
El público veraneante es cántabro, madrileño y vasco, preponderantemente. Abundan las segundas residencias propiedad de estos 3 grupos de población que suman unas cuantas a los más de 3 millones nacionales. Sabido es que este país nuestro tiene gran cariño por las casas infrautilizadas en mucha mayor medida que el resto de Europa y aquí pueden encontrar segundas casas hasta de habitantes de Torrelavega, a 10 km. del lugar, por supuesto también de los santanderinos y vascos que esperan encontrar mayor tranquilidad que en su venerada su tierra, y claro, de madrileños que esperan ver mar y encontrar un clima mucho menos caluroso que en la Meseta.
A destacar en Suances, muchísimos niños pequeños, quizás el pueblo o zona playera donde haya visto mas pequeñines en muchos años, por las calles, restaurantes o playas. El mayor número de ellos por habitante o mayor cantidad de carritos de bebé por metro cuadrado, lo cual indica cuanto menos la comodidad de paseos y clima. Enorme profusión de bancos y bancadas en muros separadores zonales, tanto por el paseo marítimo como por las profusas zonas aledañas como senderos.
Si creen que esto es normal se equivocan, en el cercano pueblo de Comillas, no hay muros separadores en la playa para poderse sentar, tienen una barandilla aparentemente más bonita pero mucho más incómoda para los miles de turistas, usuarios y ciudadanos, y no existen bancos, los únicos asientos disponibles son las de una terraza bar restaurante, así que la política del Ayuntamiento de no facilitar sentarse, potencia la clientela de ese empresario.