Esta mañana me levanté con la idea de irme a casa sí o sí y me pasé toda la mañana bastante nerviosa. La noche había sido regular, me duele más intensamente la parte derecha de la herida y no me acababa de encontrar muy allá, así que temía no recibir el alta y tener que seguir allí. Afortunadamente, el médico me dió el visto bueno para irme a casa, haciendo reposo relativo no menos de 10 días, curas en la herida y con el mandato de volver si me noto cualquier cosa rara. En 10 días me quitan los extremos de la sutura (el resto de los puntos son internos, no hay que quitarlos).
Salí de la clínica escopetada. ¡Ni 10 minutos tardamos en abandonar la clínica!.
Pero tengo que reconocer que luego en casa me ha dado un bajón importante. No sé si por el camino en coche, que por muy despacio que ha querido ir mi marido los baches y traqueteos me ponían mala, o porque de postre comí lo que no debía, o por la siesta que me eché, pero me he pasado toda la tarde con mal cuerpo, el estómago revuelto, dolor en la herida...
De ánimo estoy bastante bajita. Y eso que revisando el informe que me ha dado el médico me he dado cuenta de que pone que el mioma extraído medía unos 4.5 cm, es decir, casi 1 cm más de lo que se veía en las ecografías. Si antes estaba contenta de habérmelo quitado, ahora más. Pero, a pesar de ello, me encuentro cansada, dolorida, revuelta... y a mi ese estado siempre me lleva a la tristeza y el desánimo, es típico en mi.
El reencuentro con mi hijo ha sido normalito, menos mal que no tenía grandes expectativas. Él venía casi dormido de casa de los abuelos y yo no estaba para muchas gaitas. Le he achuchado como he podido y, sobre todo, me he quedado anonada por verle más grande y más listo que cuando le dejé, ¡es increíble cómo cambian!.
Estos días han sido de puente en Madrid y he contado con la ayuda de mi marido, pero mañana se acaba lo bueno y tiene que volver a trabajar. Afortunadamente mis padres le harán el relevo. Antes de la operación me veía yo muy capaz de arreglármelas sola cuando me dieran el alta pero tengo que reconocer que ahora mismo sería imposible ocuparme de mi bebito.
Creo que tengo que hacer el esfuerzo mental de darme un respiro y no tener prisa por coger la escoba y la fregona (la casa lo está pidiendo a gritos y eso que le di un buen repaso antes de ingresar) ni tampoco tenerla para ocuparme del niño. No sé si lo conseguiré, no va mucho conmigo, pero pocas alternativas tengo. Lo bueno de estas cosas es que sé que cada día que pasa cuenta a mi favor y que seguro que en unos pocos días me encuentro mejor y más animada.
A ver mañana qué tal, que como se suele decir, mañana será otro día.