Todas las personas suelen recordar el lugar exacto en el que estaban en el momento de suceder acontecimientos extraordinarios. Así ocurre, por ejemplo, cuando sale a la conversación el golpe de estado del 23-F, o, como hoy, cuando recordamos los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Tal día como hoy hace 10 años yo estaba en Novelda. Tuve una larga y tensa reunión de trabajo que duró toda la mañana y terminó a hora de comer. Tuvimos que buscar un restaurante y acabamos en el Cucuch. Al entrar encontramos la barra llena de gente que miraban atentos la pantalla de televisión del local. Enseguida nos pusieron al corriente de lo poco que se sabía: un terrible accidente de un avión contra un edificio. En aquellos momentos ni siquiera se hablaba de un atentado.
A lo largo de la tarde fuimos conociendo detalles del tremendo suceso. Aparte de las archiconocidas tomas de los aviones impactando contra las Torres Gemelas, recuerdo haber visto imágenes del impacto de un avión contra el edificio del Pentágono, pero poco después éstas últimas fueron censuradas y nunca más hemos podido ver los daños que se causaron en las instalaciones más secretas de todo los EE.UU.
Los atentados fueron cometidos por diecinueve miembros de la red yihadista Al-Qaida, divididos en cuatro grupos de secuestradores, cada uno de ellos con un terrorista piloto que se encargaría de pilotar el avión una vez ya reducida la tripulación de la cabina. Los aviones de los vuelos 11 de American Airlines y 175 de United Airlines fueron los primeros en ser secuestrados siendo ambos estrellados contra las dos torres gemelas del World Trade Center, el primero contra la torre Norte; el segundo poco después contra la Sur, provocando que ambos rascacielos se derrumbaran en las dos horas siguientes.
El tercer avión secuestrado pertenecía al vuelo 77 de American Airlines y fue empleado para ser impactado contra una de las fachadas del Pentágono, en Virginia. El cuarto avión, perteneciente al vuelo 93 de United Airlines, no alcanzó ningún objetivo al resultar estrellado en campo abierto, cerca de Shanksville, en Pensilvania, tras perder el control en cabina como consecuencia del enfrentamiento entre los pasajeros y tripulantes con el comando terrorista.
Los atentados causaron más de 6.000 heridos, la muerte de 2.973 personas y la desaparición de otras 24,4 resultando muertos igualmente los 19 terroristas.
Aquellos atentados provocaron grandes cambios. Como dice David Bravo, las leyes de seguridad nacional que se imponen recortando libertades necesitan el miedo como los vendedores de paraguas necesitan la lluvia. El estado de alarma que atenazó a EEUU tras los atentados del 11 de Septiembre, sumado a su perpetuación mediante la cultura del miedo sostenida desde los medios de comunicación, creó el clima propicio para la proliferación de leyes que hacían desaparecer derechos civiles conquistados durante décadas.
Además, inmediatemente después de los atentados se inició una campaña mediática a favor de la invasión de Irak, a la que incluso se sumó José María Aznar. Varios periodistas de EE.UU. acogieron los pensamientos más radicales hacia Al-Qaeda y todos aquellos que constituían una amenaza latente como Saddam Hussein y su "arsenal" de armas químicas que supuestamente cobijaba en Irak. En cambio, diez años después, alguno de estos periodistas se arrepiente de haber apoyado la invasión, como es el caso de Bill Keller, quien afirma en un artículo publicado en el matutino neoyorquino, que fue uno de los "halcones convertidos" de Bush y que fue un error la operación Operación Libertad Iraquí.
¿Hemos aprendido algo? ¿Es más seguro el mundo ahora que entonces?
Nota: Los 130 países en los que se difunde el canal Historia emitirán el próximo domingo a las 14.45 el documental 102 minutos que cambiaron América. Producida con material grabado por un centenar de testigos, la obra ilustra los 102 minutos que transcurrieron desde que estalla el primer avión en una de las Torres Gemelas y el derrumbamiento de la segunda.