4 diciembre 2013 por JLeoncioG
Me acojono y se me arruga la barriga hasta convertirse en una suerte de higo pasado cuando empiezo a ver por los balcones del barrio los malditos santaclauses con la escalera de cuerdas trepando hacia ningún lado. Pero joder, ¿estos infelices no entraban por la chimenea? ¿por qué los han condenado a estar semanas ahí “guindados” entre el tercero y el cuarto, más despintados que el payaso de Micolor, y más espichados que el Rocinante de los dibujos animados del Quijote?
Pero este hombre (Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás o como la madre que lo parió lo llame) ¿no era un tipo fornido y entrado en carnes, con una insoportable levedad de siglos que le permitía volar sobre los tejados de medio mundo anglosajón sin ser visto ni oído? Pues, a qué viene entonces este homenaje indecente con fofuchos cuerpos desvalidos, que dan una pena del carajo cuando unos los ve ahí todos estos días, que ni para arriba ni para abajo, que ni trineo ni renos ni nada. Ni regalos siquiera. ¿Quién fue el ilustre que diseñó tamaña falta de respeto al American Way of Life y lo convirtió en semejante trapejo rojo, colgadera sin rigor ni vergüenza?
Dios mío, mira que lo paso mal por semejante héroe que lo fue de la CocaCola o del patio del Rockefeller Center allí sentado, con su barba blanca atusada y el fieltro del equipaje lustroso; y en este país lo han convertido a ser una repetición innombrable de monigotes trepadores. Bueno o descendedores, porque uno no sabe si están representados subiendo o bajando. Digo yo que si llevan el saco vacío estarán de vuelta ya, una vez hayan descargado todo lo que traían.
Y llega el 6 de enero, y los Reyes Magos, y los dichosos papanoeles ahí, en el escarnio público de los balcones de los bloques de viviendas y semejantes. Pobre papanoel, para eso mejor pida la jubilación de una vez… y se vaya ‘palcarijo’.