- Póngalo en su sitio. Demuéstrele quien tiene la autoridad ¿No se da cuenta de que siendo tan blando solo conseguirá crear un déspota cruel y caprichoso?
- Métase en su vida y déjeme criar a mi hijo en paz. Parece mentira que todavía existan personas que defiendan el paternalismo represor.
- En buena hora quedéis, señor. Disculpad si mis palabras no mitigan la impotencia que veo en vuestra faz anegada de lágrimas.
- ¿Pero qué clase de malandrines sois? Estuvisteis a punto de arrollar a esa señora sin disculparos y ahora ponéis los pies encima de los asientos vacíos para que nadie se siente.
- ¿Qué dice este tío?
- Debe estar trastornado.
- Cállate y no jodas, mamón.
- Idiota.
- Puto imbécil.
- Haga algo, regañe a esos malhechores.
- ¿Está de coña? No soy policía, ya tengo bastante con el tráfico como para meterme en los follones de los pasajeros. Además solo son unos chavales.
- Es intolerable tanta insolidaridad, tanta impune bravuconería. ¿Dónde ha quedado el antiguo honor? Déjeme salir de este antro infernal.
El bus arrancó en el preciso momento en que bajaba los últimos escalones de la escalerilla lo que le hizo trastabillar y caer de rodillas sobre la acera. Oyó las risas juveniles y pudo percibir de refilón el corte de mangas del conductor.
Se levantó dignamente del suelo, ajustó sus gafas y se recolocó su traje de caballero barroco. Sabía que podría haber usado su magnífica espada contra aquellos truhanes con acné, pero se consoló pensando que su vileza no era digna de consideración para un esforzado caballero barroco.
Llegó tarde al trabajo y fue llamado al despacho del jefe.
- El cliente tenía prisa y como no venías tuve que pasarle el proyecto a tu joven ayudante que se encargará de todo.
- No hay para qué conmigo amenazas, que yo no soy hombre que robo ni mato a nadie: a cada uno mate su ventura, o Dios, que le hizo.
- ¿Qué dices? No te entiendo.
- Joder, jefe, llevaba mucho tiempo detrás de esa cuenta y ahora tú vas y se lo das a un muchacho inexperto.
- Parece mentira, no te conozco ¿es que no quieres dar oportunidades a los jóvenes? ¿Ni siquiera a tu propio ayudante? Te creía más solidario y participativo, un auténtico caballero de la vieja escuela.
- No dije nada de eso, era una cuestión de mérito obtener ese trabajo y me siento defraudado.
- Adiós, caballero barroco. Ha sido un privilegio conocerte y compartir unas horas contigo, pero hay que aceptarlo, este no es tu sitio.