Revista Deportes
Habitualmente González González arbitra con la camiseta blanca por debajo de la de negra, pero ayer salió solo con la madridista al campo y se le confundía con cualquiera de los 80.000 aficionados que animaban a los suyos, incluso diría que más, porque muchos de los de la grada no se habrían atrevido a sobrepasar la raya roja de la falta absoluta de vergüenza señalando el primer penalti entre las risas del respetable, tras haberse comido uno en contra que era de escándalo.
Luego, viendo que Cristiano lo fallaba, esperó a la siguiente ocasión para inventarse otro, no llegando a gastar el comodín de las dos expulsiones que reservaba por si la cosa se ponía fea en la segunda parte, pero el golazo de Cristiano y la contra de Bale le evitaron gastar los 3 comodines en el mismo partido y que su esperpento diera la vuelta al mundo, al menos al mundo decente de los que desean un fútbol limpio.
El Real Madrid de Benítez estaba amenazado, el Real Madrid de Benítez no juega a nada y no va a ninguna parte, pero lo llevan. Lo llevan en volandas personajes como el sr. González que echan por tierra con sus decisiones el trabajo de los rivales, que deberían analizar si merece la pena desplazarse y arriesgar con lesiones de sus jugadores a sabiendas de que todo está previamente "atado y bien atado" por los que mandan, o por los que pagan, o por quien quiera que esto suceda.
Y es que quiero pensar que en lo de ayer no influyó el dinero, sino el amor. El amor a unos colores por parte de quien cobra(dicen que 200.000 euros al año) por impartir justicia y que ayer se reía de la Justicia sin renunciar a cobrar lo que corresponda.
Los voceros de bufanda blanca, algunos con ese yugo y esas flechas siempre tatuadas en un corazón blanco, grande y libre, aprovechaban el error de Vikandi en el Camp Nou para equiparar comportamientos. Hablaban de que los árbitros son malos(así en genérico) y en que se equivocan siempre a favor de los grandes(también en genérico) y comparan errores, un fuera de juego por 3 cm. que no ven, un agarrón en una jugada confusa que tampoco o una agresión que queda en el limbo porque sucede lejos de la visión arbitral, con el ridículo comportamiento de un árbitro que señala penalti en un inexistente roce y no en un pisotón descarado, y viéndolo con claridad en ambos casos, que comparan un error en un partido que acaba 4-0 y pudo acabar con 8 si los postes son un poco menos protagonistas, con otro en el que el rival bailaba a los suyos ante los pitos del público.
El comité debería tomar medidas. Nada de neveras, que no refrescan la inteligencia sino un castigo ejemplar, algo que haga plantearse a los demás que ganan 200.000 euros al año y que no se pueden tirar por la borda por amor, ni por amistad, que los haga profesionales por encima de todo..
Los árbitros cometerán errores siempre, mientras no existan medios externos que lo eviten, pero el que ha arbitrado alguna vez sabe que lo del sr. González de ayer no eran errores.
Ayer la mujer del César no solo no parecía honrada sino que a todos nos pareció verla en el lecho junto a Publio Pulcro riéndose de Pompeyo y enviándole poemas a su amante.
Y el comité de árbitros, si aún quiere que la gente piense que es un comité honrado ha de hablar con el árbitro de ayer, aunque la conversación ha de ser corta, bastaría con un:
Márchese sr. González.
Por el bien del deporte.