En estos días me gustaría abrir una página para aquellas personas más hipocondriacas con la que quizá consiga que se vuelven aún más maniáticas. Lo digo porque aquellos que son ligeramente paranoicos en lo que a la limpieza se refiere, estarán al tanto de la cantidad de bacterias y gérmenes que hay en los objetos que tocamos a diario. Y como es un tema al que se le puede sacar mucho jugo, sobre todo gracias a la bitácora “Entre el caos y el orden” (http://elordenyelkaos.blogspot.com/) donde recopila una lista de los objetos de uso cotidiano más contaminados, le dedicaré durante varias semanas, un espacio a cada uno. Hoy hablamos de la almohada.
Resulta que esa esponjosa nube en la que solemos apoyar nuestra cabeza para alcanzar la cota sublime del descanso en nuestros sueños, es un vertedero y un foco de infección. La palabra almohada, que según la web http://etimologias.dechile.net/?almohada, tiene origen árabe y su significado proviene de la palabra Al-Muwahhidun, “el que profesa la unión con Dios”, no refleja en su nombre que quizá podríamos estar más cerca del infierno que del cielo.
Porque, ¿alguien se ha preguntado quien vive en nuestras almohadas? Quizá nadie porque todos lavamos regularmente las fundas y no damos tiempo a que resida ningún bicho, pero creo que casi ninguno lava las almohadas, lo que provoca que en ellas se puedan encontrar una gran cantidad de ácaros, bacterias, alguna gota de sangre casi imposible de ver, así como restos de piel muerta y saliva. Los más fatalistas ahora estarán pensando que duermen casi encima de un cadáver.
Pues tranquilos porque desde el Servicio Nacional de Salud Británico, han asegurado que todo esto sobre lo que reside nuestra cabecita no es perjudicial para nuestra salud, aunque ahora que lo sabemos no estemos muy de acuerdo con el tranquilizador mensaje. Pero si desean sosegar su alma, la mejor manera de no dormir sobre tal vertedero es cambiando la almohada cada dos años.
Por eso les recomiendo que cada 730 noches, reciclen su reposa-sueños y adquieran uno nuevo, no como lo que hizo mi amigo de la infancia Mahon Gomez, que estuvo hasta hace unos días con la almohada que le pusieron sus padres desde que nació. 40 años con la misma almohada responden al mote que le pusimos hace 30 años: “Mahon cara de mosquitero”. Y es que todos los insectos acababan pegados a su rostro. Por eso les digo que “más vale almohada lavada, que infección detectada”.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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