Solemos pensar que los terrenos áridos lo son porque no han recibido la lluvia que necesitaban, cuando, por lo mismo, podría suponerse que no han recibido esa agua debido a su aridez. Como la tierra, también la piel se hace vieja. Comparto en el día de hoy este hermoso poema de mi padre:
Ya no llueve más.
Miro al cielo y lo oscuro promete con su aliento de frío.
Pero el cielo miente.
Nunca volverá a llover.
Nunca cerraré los ojos empapados en mi cuerpo gozoso.
No hay ni mañanas ni tardes.
El cielo pregona sus ciclos con versos aritméticos.
¿Será que he muerto?
Estiro mi mano a través de la ventana, como cuando niño,
y noto la sequía en mi piel,
llamándome.
Miguel Porcel,
22/06/22