Estaba con mi Querido esperando el bus que me llevara de vuelta a casa, cuando nos fijamos en el cartel que anunciaba la película de Megan Fox, y no nos costó mucho decidir que la gente que fuera a ver el filme iba a ser por la actriz protagonista.
Acto seguido, mi Querido se puso a analizar la foto, no a ella, sino a la pose que tenía y que hacía tal o cual efecto en ella -cuando un tio normal se habría puesto a mirar otras cosas, todos sabemos de lo que hablo-, obviamente, el photoshop habría hecho de las suyas, pero eso lo pasamos por alto porque estaba más claro que el agua transparente. (Fijaros en el cuello tan laaaaaaaaaaargo que tiene, demasiada separación entre la cabeza y el pecho).
Hace unos años veía los carteles y los anuncios pasando por encima de ellos, si me gustaba cómo estaba hecho si lo miraba algo más, pero ahora que controlo de iluminación -o eso me creo yo-, las cosas han cambiado.
Si nos paramos a ver un cartel, es para ver el tipo de luz que han utilizado a la hora de hacer la fotografía y comentamos si nos gusta o no, o si la hubieramos puesto de otra manera. Y por supuesto, también nos fijamos en si es luz superartificial -photoshop- o artifical de foco. Tanto es así que a veces hasta afirmamos ver lo que comúnmente se llaman photoshop disasters, vamos, verdaderas chapuzas fotochoperas.
Lo que me asusta es lo que pensará la gente cuando nos vea a mi Querido y a mí o a mí sola analizando un anuncio de publicidad en plena calle, señalando y comentando -si estoy sola lo pienso, no os vayais a creer- sobre lo bien o lo mal hecho que está.
Pero qué queréis, es ya defecto de fábrica, igual que si un periodista se fija en la redacción de los demás, o un electricista en cómo tienes hecha la electricidad de casa... lo normal.
Si alguien quiere que le saque punta a una de sus fotos que me avise. Mira, otra salida profesional que desconocía, criticona fotográfica.