Lunes 1 de septiembre, 7,30 horas.
“Buenos días. Me puedes poner un café, por favor”, dije mientras intentaba despertar los músculos de mis párpados en un ingente esfuerzo por separar mis pestañas para dejar entrar en mis ojos la bonita luz que a esas horas de la mañana extrae la mejor cromática del día a cada detalle del entorno.
“¡Ya queda menos para el viernes!”, me dijo el camarero.
Los ojos se me pusieron como platos. Consiguió despertarme en un instante. Lo confieso, estaba tan dormida que pensé que hablaba en serio. Tardé unos segundos en entender que realmente era pura ironía lo que escondía su sonrisa socarrona.
Pero, más allá de lo jocoso de la broma, la afirmación no deja de ser cierta, porque ya queda menos para el lunes, ya queda menos para la próxima escapada, y ya queda menos para las siguientes vacaciones de verano… Un consuelo, muy facilón, sin duda, pero consuelo al fin y al cabo, ¿o no?
Siguiendo la misma lógica, podríamos pensar que:
- Queda menos para que la audiencia televisiva recupere la cordura y abandone de una vez por todas a “Sálvame” para que caiga de la parrilla y evitar el drama de ver a La Patiño preguntando a una mujer si aún no le ha venido este mes la regla, en lo que se entiende como un “ejercicio de la profesión periodística“.
- Queda menos para que deje de ser noticia bomba que un portero de fútbol, por muy Iker Casillas que sea, evite expresar públicamente en las redes sociales buenos deseos a su ex compañero de club y selección, por muy Xabi Alonso que se llame, en una nueva etapa deportiva.
- Queda menos para que una mujer presentadora de televisión deje de ocupar titulares cuando defiende su condición sexual, obviamente, homosexual, porque ser heterosexual no es noticia en esta sociedad mucho más conservadora de lo que cree ser.
Y en asuntos mucho más trascendentes:
- ¿Queda menos para el fin definitivo del conflicto palestino-israelí?
- ¿Queda menos para que acabe la hostilidad entre Rusia y Ucrania?
- ¿Para que el ébola deje de duplicar cada mes el número de afectados?
¡Claro que queda menos!
Cada segundo que pasa queda menos para cualquier cosa que vaya a suceder. Pero nadie, ni el más poderoso de los poderosos, puede evitar vivir el tránsito hasta que llega el deseado momento: el fin, que en la mayoría de los casos, no es más que un nuevo principio.