— multicopista del pensamiento, trampolín de la gloria…
— espuela de las actividades ajenas, faro de la cultura…
.
— Kodak de la casualidad…
— tractor de las vanidades, resorte de las muchedumbres…
— opinión de los que no la tienen...
— desesperación del gramático...
— apóstol de la mentira, cristalización del medio ambiente, palacio de la errata. . .
Enrique Jardiel Poncela, La “tournée” de Dios.
Así escribía Jardiel Poncela en su cuarta novela -"que doy a la imprenta para justificación de mi presencia en el Mundo"- poniendo por escrito sus reflexiones del verano de 1929, "Durante el reinado de Don Alfonso XIII y bajo el Gobierno de don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja", aunque se imprimió cuando ya llevaba un año instaurado el régimen republicano.
Les invito a leer las primeras páginas para que entiendan el contexto de la obra y las motivaciones del autor y comprobar, como dicen en la reseña que han hecho del libro en El placer de la lectura, que
solo por el prólogo, merece pagar su precio. Con el humor más exquisito que he leído en años, Jardiel va haciendo un repaso a algunos de los temas más candentes de su época, pero que no le sorprenderían al lector si fueran escritos en este ya comenzado 2011.
Y si les traigo hoy este texto es porque han ocurrido un par de acontecimientos en estos días pasados que han dejado al descubierto las entretelas, cuando no las miserias del periodismo patrio. Pasen y vean:
• En Esos periodistas pillines explican claramente "cómo se puede (y en algunos casos, se debe) "transformar" una foto normalita en algo que sirva a los intereses de algunos". (el entrecomillado es la entradilla del envío a menéame).
No es necesario que lo que cuentes sea cierto, ni veraz; ni siquiera debe estar documentado. Solo tiene que estar debidamente manipulado para alimentar las mentes opacas de seguidores cautivos
• En Fenómenos paranormales en la prensa española el autor desvela, de nuevo, uno de los "secretos" mejor guardados del periodismo actual: no dejes que un buen titular te arruine una noticia, aunque sea falsa.
Lo allí descrito provoca tal bochorno que merecería por sí solo condenar a la hoguera virtual al medio que así obró. Por desgracia, fueron casi todos, así que estamos abocados a no poder fiarnos ya jamás de un medio periodístico.
Si así actuaron en este caso… ¿cómo no actuarán en otros casos en los que contrastar o desmentir la información no sea tan sencillo o la noticia no tenga tanto impacto?
Es en uno de los comentarios de este apunte donde me encuentro con la referencia al texto de Jardiel Poncela que Oportet Editores colgó en su muro de Facebook.
Y no me resisto a traerla aquí para mostrar que la crisis que aqueja al periodismo actual -presa del sensacionalismo, de la futilidad, de intereses partidistas y económicos, con un claro objetivo de adoctrinamiento político, presa del oportunismo- no es cosa de ahora.
Sé que generalizo y por lo tanto soy injusto. Por eso me quedo con las palabras que dejó Jorge, de +queunperiodico, en un comentario del apunte anterior:
…los periodistas serios (lo digo con modestia) no estamos en los grandes medios, pues sabemos lo que se cocina y como. Sigo defendiendo mi profesión aunque haya demasiados colegas sin escrúpulos. Casualmente son los que están más arriba.
Ya os hablamos de Jardiel Poncela con motivo de su famosa descripción de la dictadura: Sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio.
Lo bueno de las mentes preclaras es que sus palabras trascienden la época en la que fueron dichas para tener validez universal.
Como siempre, les recomiendo encarecidamente que lean La Tournée de Dios, de Jardiel Poncela, que pueden descargar en el anterior enlace.
la viñeta la encontré en Revista de Letras, en la reseña de Sherlock Holmes visto por Jardiel Poncela.
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Edito: en vista del rebuzno soltado por Pedro J. en twitter (Casi todo es opinable. Pero los q bromeáis sobre ETA desde la madriguera cobarde de un seudónimo sois escoria d baja estofa. Ahí queda :) ) no me queda más remedio que citar al periódico que dirige, El Mundo, como el máximo exponente de la vergüenza que produce el periodismo actual.
No es el único, pero sí el más pestilente.