Hace ya muchos años que estuve en "la Gambia", como se dice por allí. En 2015 quedé satisfecho y creí que otro mundo era posible cuando el parlamento de dicho país prohibía la ablación sobre el clítoris. En países como Senegal, Sierra Leona o Ghana cundía un aire de apertura de ideas y de ganas de cambiar las cosas. Encontré a gente orgullosa de ser africanos y reclamaban una sociedad más tolerante.
Ignoro qué mal aire les ha dado cuando el parlamento de Ghana aprueba un proyecto de ley que perpetúa la discriminación y la exclusión del colectivo LGTBI y quien le apoye con tres años de prisión. En Sierra Leona 4 de cada 5 mujeres han sufrido una mutilación genital que se extiende por igual a todas las capas de la sociedad y a las zonas urbanas y rurales. Es una práctica tan extendida que no entiende de confesiones religiosas o de nivel educativo.
¿Qué mal le recorre a Gambia? Ese pequeño país, en medio de Senegal, debatió el 24 de marzo el levantamiento de la prohibición de la ablación genital sobre el cuerpo de la mujer. Según el Consejo Islámico Supremo de Gambia, esta prohibición atenta contra " el derecho de los gambianos a practicar sus costumbres y una tradición muy arraigada", así en masculino. La ley de 2015 que penalizaba la mutilación genital femenina imponía penas de hasta tres años de prisión y/o una multa de 50.000 dalasis. Incluso podía ampliarse a cadena perpetua si la joven fallecía.
En la práctica, es una Ley que no ha evitado que sea una práctica muy extendida. Según datos de UNICEF para el año 2024, " el 73% de las mujeres de entre 15 y 49 años van a ser sometidas a la ablación en el país, la mayoría de ellas antes de los 5 años". Es un horror que causa muertes y daños irreparables innecesarios. Son años de alegatos de mujeres tirados por el carel de una embarcación que zozobra sin ellas. No lo sé, no lo entiendo; al menos en el África que llevo dentro.