En el libro “En busca de la misión. El secreto de las organizaciones excelentes”, el profesor del IESE Pablo Cardona y el consultor Carlos Rey explican a través de la supuesta experiencia de Mario cómo aplicar de forma práctica la Dirección por Misiones. Para ello la empresa debe encontrar una razón de ser compartida entre todos los departamentos y trabajadores. A largo plazo, esta idea repercutirá de forma positiva en el funcionamiento de la empresa, en sus resultados y, finalmente, en la propia sociedad.
Misión es contribución
Los autores definen misión como “la contribución que caracteriza la identidad de un grupo u organización”, es decir, la forma concreta de resolver los problemas reales de personas, grupos, e incluso, de la sociedad en general. La misión debe tener un contenido amplio y motivador y conviene que sea clara y breve para que pueda ser transmitida con facilidad. Pero sobre todo debe contar con el apoyo de la dirección, ya que de lo contrario no podrá desplegarse correctamente.
Estos principios más o menos genéricos deben encontrar un desarrollo mayor en cada uno de los departamentos de la empresa. Para ello es necesario contar con la participación de los responsables de cada área, que deben definir cuál es su participación específica a la misión general de la empresa. Se elabora así un organigrama de la misión, en el que se establecen una serie de misiones participadas cuyo despliegue se puede realizar de manera variable, en función de la estructura (jerárquica, matricial o por procesos) de la propia empresa.
En este proceso de despliegue se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Cada departamento debe desarrollar su misión teniendo en cuenta todas las dimensiones de la misión de orden superior.
- Si no hay un compromiso para el desarrollo de un criterio, es mejor no introducirlo en la misión participada.
- Es necesario hacerlo en equipo para involucrar al máximo número de personas posible por departamento.
Forjando líderes
La definición de una misión y su despliegue a través de misiones participadas constituye un éxito en sí mismo por cuanto es fuente de debate y proporciona a los responsables de cada área una visión de conjunto de la compañía. Aparece así un campo idóneo para reflexionar sobre la forma de operar de cada departamento, apreciar fallos y ofrecer alternativas de mejora.
El siguiente paso, es el de la implementación. A la hora de ponerlo en práctica es necesario encontrar la manera de integrar las misiones participadas con los sistemas de gestión del día a día de la empresa.
Las herramientas de gestión de la compañía deben reformularse para servir de vehículo transmisor de la misión. La clave está en saber identificarlas y, de forma estructurada, transformar su continente (diseño de la herramienta) y el contenido (información que se maneja hasta lograr un sistema consistente con la misión) a lo largo de toda la organización. Entre las principales herramientas cabe destacar: la matriz de interdependencias entre misiones participadas; cuadro de mando de la misión; objetivos ligados a la misión; evaluación del desempeño centrada en la misión; y desarrollo de competencias de la misión.
Junto a estas herramientas aparece otro factor determinante para que la misión tenga un efecto real en las organizaciones: el liderazgo. Si los directivos y mandos medios no asumen la función de líderes decididos a actuar de forma proactiva en el desarrollo de la misión, ésta no pasa de un mero ejercicio teórico. Es indispensable que el liderazgo se desarrolle en cascada para que el tiempo y esfuerzo dedicados a la misión no sean un derroche.
Directivos, mandos medios y personal de base son responsables en igual medida, con su esfuerzo y dedicación, del éxito de la misión. Este éxito viene definido por aspectos como:
- Ruptura de silos funcionales y promoción de la cooperación interdepartamental.
- Mejora de la comunicación vertical y horizontal.
- Mayor unidad entre todos los miembros de la empresa.
- Mayor implicación en un proyecto común.
- Generación de nuevas ideas.
Dirigir por misiones es una manera más humana y racional de gestionar organizaciones cuyos beneficios llegan a la propia empresa, a sus clientes, a sus accionistas e incluso a la sociedad. En definitiva, es una forma de dirigir más exigente -por sentido de misión-, y con una mayor capacidad para orientar y dar sentido a la empresa.
Fuente: IESE Insight
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