La vanguardia de la sencillez en el Botánico. Yann Tiersen es un artista que en cualquier estilo te hace sentir. Con más de 25 años de carrera a sus espaldas ha tocado todos los palos. Su formación inicial fue clásica (violín y piano), pasó a la guitarra rock en su adolescencia, siguieron sus primeros trabajos de pop alternativo, las bandas sonoras con las que su popularidad despegó, sus colaboraciones con gente como Neil Hannon o Dominique A o algunos proyectos post-rock para llegar al presente, donde este mismo año ha editado '11 5 18 2 5 18', un disco de electrónica.
Ya sea al piano o a los sintetizadores, la potencia de su discurso se basa, en todos los casos, en la sencillez melódica, que siempre abriga con diversos elementos que consiguen crear alrededor de cada tema un universo propio. Además en directo la apuesta se engrandece con una experiencia inmersiva, proyecciones visuales y vídeos creados por Sam Wiehl.
El propio Tiersen se ocupa de los sintetizadores, samplers y secuenciadores, Jens L. Thomsen -colaborador habitual en los últimos tiempos- le secunda, mientras que añade algunas voces su mujer, Émilie Tiersen. La francesa tiene su propio proyecto bajo el nombre de QUINQUIS, que acaba de editar el disco 'SEIM'. Como curiosidad resulta que el hijo de los Tiersen también va de gira con sus padres, hasta que regresen a la pequeña isla de Ouessant, donde residen.
El bretón es un tipo listo, tras un inicio atmosférico e inquietante enseguida oferta material más liviano, incluso encapsula acordes de Amelie en un tema, hecho que hizo sonreír al público. Poco a poco la noche va derivando al synth pop más bailable, para derivar, justo antes del bis, en EDM más convencional. Para finalizar una canción con letra en bretón, la lengua céltica de la región de la Bretaña francesa que está emparentada con el galés.
Todas las fotos son de Fernando González - Noches del BotánicoAbrió la noche la polaca Hania Rani. Residente en Berlín y con formación clásica, emplea el piano para crear ecos y bucles que crean apacibles paisajes etéreos. Música tranquila con efectos balsámicos. En ocasiones se acerca más al pop, como en 'Nest', mientras que en 'Buka' son intrincados pasajes añadidos por capas los que aumentan progresivamente la complejidad.
La paleta con la que juega parece no tener fin, también añade algún sintetizador, órganos eclesiásticos o incluso algún opresivo ambiente distópico. En muchas ocasiones con unas bases de apenas un arpegio o unas escalas de piano clásico. Aunque la respuesta por parte del público fue mejorando a lo largo de su actuación, la luz de día quizás no sea el espacio idóneo para su proposición.
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