Revista Cultura y Ocio

Ye

Publicado el 27 enero 2017 por Elarien
YEPor fin escribo. No es que no tenga temas sobre los que hablar, es una de las ventajas de tener un blog variado, que todo lo que se me ocurra cabe. En este caso voy a aprovechar una salida del hospital para contar una tarde de ocio, comidas y tiendas.
Quedar con amigos no siempre es fácil, y mucho menos si son médicos: hay que cuadrar guardias, cirugías que se pueden alargar, sesiones, congresos y vida personal. A pesar de las listas de espera, un médico te ve antes como paciente que como amigo, por eso conviene aprovechar el día en que las constelaciones se muestran favorables. Esta vez lo conseguimos sin demasiado esfuerzo y sin imprevistos de última hora, que como dice una de mis amigas, nunca hay que cantar victoria hasta que estamos todas sentadas a la mesa.
Después de una mañana de consulta lo primero es reponer fuerzas. La comida japonesa es siempre apetecible, no solo es bonita sino también variada, y nos gustaba a las tres implicadas en el plan del día. Para empezar nuestra reunión escogimos el restaurante de Ayala, 67 (Ayala-Japón). Tras echarle un vistazo rápido a la carta, que a las tres y media de la tarde las tripas no admiten mucha demora, nos decantamos por el menú degustación: una ensalada, unos rollitos fritos de verdura, un poco de sashimi, otro poco de sushi en versiones nigiri (sobre monte de arroz) y maki (rollito), un tartar de salmón, otro de atún con soja y trufa, una muestra de teriyaki de toro y unos dimsums al vapor saciaron con creces nuestro apetito. Tras un té, con su sobremesa, y un retoque de pintalabios en el baño, estábamos listas para pasear por el barrio.
YE Una de mis amigas había descubierto una tienda de tocados artesanos, YE, en General Diaz Porlier 32, que le apetecía visitar. Después de contemplar el escaparate, no lo dudamos, aquellas preciosidades había que verlas de cerca. Llamamos al timbre para que nos abrieran, la dueña, de nombre Yulia Eremina, suele estar en el taller de abajo, trabajando en sus diseños entre cliente y cliente.
Dentro todavía había más preciosidades, tantas que no sabíamos por dónde empezar, quizá nos emocionamos más de la cuenta y entre las tres no sé si quedó algún sombrero sin probar. Su creadora nos explicó algunos detalles y nos ayudó a colocarnos los tocados de la manera más adecuada y favorecedora. Se notaba que disfruta con su trabajo, a cualquier otro le habríamos vuelto loco, pero ella compartía nuestro entusiasmo.
YE Si lo hubiese sabido, quizá esa mañana me habría peinado con más esmero. Había salido de casa con la cabeza aún algo húmeda, que terminó de secarse en el coche, y todo mi estilismo consistía en un semirrecogido, por supuesto sin peine, con unas pinzas para quitar el pelo de la cara y que no me molestase a la hora de explorar a los pacientes. Sin embargo, los tocados eran tan bonitos que lucían incluso así. El estilo que mejor se adaptaba a una de mis amigas era el más puro bohemio-francés, las boinas estaban hechas para ella, otra de mis amigas, más clásica, se llevó un gorro rojo que habría sido la envidia de Caperucita, no solo era bonito y favorecedor, sino muy versátil, se podía girar en todas las posiciones y cada ángulo era diferente. En cuanto a mí, confirmé algo que siempre he sospechado: mi cara es vintage, mis rasgos se corresponden más con la época de los años 40 y 50 que con la actual, y con los tocados inspirados en esos años, con redecilla incluida, parecía una extra de una película de los años dorados de Hollywood (lo podéis comprobar en la foto, ¿verdad que es un sombrero maravilloso?).


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