Revista Opinión

Yo comí en el Miramar

Publicado el 08 octubre 2024 por Manuelsegura @manuelsegura
Yo comí en el Miramar

Por su comedor, a lo largo de 60 años de existencia, pasaron Julio Iglesias, Lola Flores, Miguel Ríos, Fernando Fernán Gómez, Manuel Fraga, Paco Rabal, Jesús Hermida, Rocío Jurado o Bárbara Rey, entre otros. Muchos dejaron su recuerdo autografiado en un valioso libro de visitas. El restaurante Miramar, en el Puerto de Mazarrón, desaparece ahora por efecto de la Ley de Costas. La pala derriba estos días la edificación ubicada en la playa de la Isla, el sitio de nuestro recreo en los setenta para tantos domingueros, como éramos entonces las familias del Seiscientos con baca, la nevera de hielo, la tortilla de patatas, la sandía, la sombrillas, las mesas y sillas plegables… Pero ocurría que, en días extraordinarios, nos íbamos al Miramar con nuestros padres a dar cuenta de un delicioso arroz y marisco, cuyo sabor aún degusto desde el recuerdo de aquellos días del edén.

Propiedad de los Durán, hasta mediada la década de los noventa del siglo pasado, el Miramar fue sinónimo de calidad en el Puerto. Nacido como un chiringuito en los sesenta, obtuvo el permiso para funcionar como bar-restaurante en 1968. Pronto sus pescados y mariscos de la costa mazarronera embelesaron a la clientela, así como el incomparable sabor de los tomates autóctonos. En el Miramar, el género siempre fue de primera.

Esta semana, tras diversas prórrogas por la caducidad de la autorización, se presentaron allí los operarios, para sorpresa de los actuales responsables, dispuestos a derribarlo con pico y pala. Los acompañaron agentes de la Guardia Civil y la Policía Local, por si acaso. Ya no habrá más prórrogas, les dijeron. El inexorable cumplimiento de la Ley de Costas implica su derribo para proceder a restaurar una porción de playa ocupada por este emblemático local. Y a nosotros, al saberlo, se nos agolparon los recuerdos, que ya se han convertido en memoria. Por los momentos que allí vivimos y con quiénes los vivimos. Muchos que, lamentablemente, ya no están con nosotros. Llegará un día en que nuestros recuerdos sean nuestra mayor riqueza. Aunque siempre nos quedará la satisfacción de confesar a los que no tuvieron el privilegio de conocerlo: «Yo comí en el Miramar».


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