Ahora es cuando se escuchan los: "¿cómo? ¿a dormir? ¿con lo pequeño que es? ¿y lo dejas? Pobrecitooooo... Estás locaaaa..." Y un sinfín de preguntas y exclamaciones más que hacen que Maléfica, que tan de moda anda ahora, a mi lado sea un oso amoroso.
Pues sí, Rubiazo, con sus 19 meses recién cumplidos, se va a la granja a vivir una experiencia inolvidable, a dormir una noche fuera de casa con sus compis, lejos de papá, mamá y su hermana; y se va porque tanto su padre como yo CONFIAMOS PLENAMENTE EN SU MAESTRA EDUCADORA y, en general, en el equipo que lleva su escuela infantil y en el proyecto educativo que llevan a cabo, y dentro del cual está incluída esta salida. Sobra decir que, evidentemente, si no fuera así, no es que no iría a la granja, sino que directamente no estaría en esta escuela infantil. ¿Que es muy obvio lo que acabo de decir? Pues no crean señores, que parece que no tanto.Los que me conocéis, y quizás los que me leéis, sabéis que en mi vida, además de ser madre, soy MAESTRA. Pues en esta entrada voy a tomar mi voz de maestra para hablar del presente de la escuela y la (devaluada) figura del maestro, sin olvidarme del estupendo empastre del nuevo currículum de primaria, es decir, de lo que se supone que nuestros hijos/as deberán tener consolidado al acabar la etapa de primaria.Como decía, YO CONFÍO en la maestra de mi hijo, y en la de mi hija también. Eso implica que creo en su buen hacer, que sé que lo que hacen y cómo lo hacen es siempre pensando en el beneficio de mis hijos y de sus compañeros, en sus cuidados, sus necesidades y su educación. Como padres que confían en las maestras de sus pequeños, agradezco inmensamente su labor, sé que es bonita pero también sacrificada, y por ello, RESPETO su trabajo al 100%. Eso no quiere decir que si en algo no estoy de acuerdo lo acataré como un borrego, no, porque también creo en el diálogo, en la comunicación y en la posibilidad de entendimiento entre dos adultos que no opinan lo mismo. Pero lo que tengo (tenemos) claro es que JAMÁS DESACREDITARÉ A SUS MAESTR@S, y menos usando descalificativos, delante de mis hijos. Uno, porque nadie merece una actitud así, dos porque entonces el respeto que creo estar inculcando lo habré mandado al garete en cuestión de segundos. Los niños absorben y copian ABSOLUTAMENTE TODO, así que más nos valdría tener esto en cuenta en múltiples ocasiones, porque sus primeros modelos de referencia somos nosotros, y tal cual vean que hacemos o actuamos para con los demás, así lo harán ellos también. Y no nos engañemos, que con los primeros que practicarán esta manera de actuar será con nosotros mismos.COMO MAESTRA vivo el día en el aula y en la escuela con ilusión, con ganas, con mil proyectos, con mucho amor hacia mis alumnos, bien sean de inglés o de mi tutoría, con mil ideas para llevar a cabo, con bloqueos porque las cosas no salen como esperaba y necesidad de "reiniciar" la máquina, con cansancio a veces y con energía la mayoría. Y vivo una realidad que, cada vez en más ocasiones, me decepciona enormemente y me entristece bastante. LOS PADRES NO NOS QUIEREN. O no nos valoran. O no valoran nuestra labor y nuestro buen hacer. O simplemente, falta comunicación. No lo sé. No sé lo que hay, pero algo está fallando, y a mi modo de ver, humilde como el que más, no parece que vaya a cambiar.Cuando entro en mi aula cada mañana lo hago con unas ganas tremendas de comerme el mundo, y de enseñarles a mis alumn@s a comérselo también, porque me apasiona mi trabajo. En mi aula no enseño sólo lengua o matemáticas, intento, como muchos otros compañeros, hacer de la experiencia de aprender toda una aventura. Además, a diario, y durante varios momentos a lo largo del día, resuelvo conflictos, unas veces cosas leves y otras asuntos realmente difíciles. Tanto las primeras como los segundos son FUNDAMENTALES, y el tratamiento que les demos tanto en el aula como desde casa, cuando pedimos la colaboración familiar, es IMPORTANTÍSIMO, pues de ello dependerá que determinadas conductas no beneficiosas para el/la alumno/a implicad@ se erradiquen o se reproduzcan sin fin, y cada vez con más fuerza. Y hablo tanto de falta de motivación y esfuerzo, como de conductas graves disruptivas, como de acoso a compañeros, o mala educación y falta de buenas maneras a la hora de relacionarse con iguales o adultos. Porque todo cuenta, todo NO vale y todo influye y ayuda o perjudica.Cuando te encuentras con respuestas, a mi modo de ver, desafortunadas por parte de la familia (en mi caso, las menos, gracias al cielo, pero las hay) se te cae el alma a los pies, porque te das cuenta de que hay algo que no está funcionando como debería, y no para comodidad tuya, sino pensando en el futuro de esa personita que está en tu aula y que, parece, seguirá actuando como lo hace porque sabe que se le consiente y se admite esa