Buscamos la felicidad. Esto es un hecho inmutable en el ser humano. Quiero ser feliz... dicen unos. Ojalá la vida me fuera mejor... comentan otros. la realidad es que el dolor, la frustración o la rabia son emociones que a priori nos parecen contrapuestas a nuestro ideal de felicidad.
Este concepto como estado invariable constituye una utopía que nos puede llevar a una sensación de desengaño o desesperanza constante. La felicidad no se encuentra, la felicidad se construye. ¿Cómo convertirte en el propio arquitecto de la tuya? En la sencillez está la clave.- Acepta tus emociones. Aunque algunas te parezcan desagradables, si no las dejas entrar, lo harán igualmente, pero con más violencia que si tú mismo les das paso.
- Vive cada día con la conciencia de que el presente es el único momento real que posees. La vida es finita y no hay mayor desespero que el de una vida mal vivida.
- Hazte y haz cumplidos. Ser agradecido fomenta la atracción de lo positivo.
- Sonríe. Nunca sobra y siempre ayuda.
- Dale voz a tus emociones. Las personas somos capaces de avanzar más fácilmente cuando aprendemos a contarnos nuestra historia de vida.
- Juega, haz tonterías, desvincúlate de vez en cuando de tu parte adulta.
- Acepta el dolor, pero no hagas de esto un sufrimiento. El dolor no se escoge, el sufrimiento, entendido como el regodeo en lo negativo, sí.
- Asume la responsabilidad de tus acciones, pero no hagas de esto un acto de culpa continua con la que cargar eternamente.
- Haz cosas que te gusten. Puede ser desde ir al cine, hasta hacer un viaje o prepararte tu comida favorita mientras escuchas buena música.
- Abre nuevos horizontes. Si siempre haces lo que haces siempre, conseguirás exactamente lo mismo que siempre has obtenido.