Revista Coaching

Yo en tu lugar…

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Yo en tu lugar…

Por Merce Roura

Te propongo un trato. Tú, si quieres, me cuentas tu historia y yo me callo. No espero a que hagas pausas para hablar de mí y decirte que a mí me pasó lo mismo... No me paso el rato construyendo una respuesta ni pensando que estoy por encima de tus miedos y lamentos... Ahora no soy yo protagonista sino tú.

Tú me hablas y yo respeto tus silencios porque sé que todos y cada uno de ellos tiene un sentido y está impregnado de la misma necesidad de comunicarte que todos tus gestos y palabras.

Tú me hablas y yo no te juzgo ni pienso que yo en tu lugar estaría menos triste, menos cansada, menos preocupada, menos enfadada, menos rota, que sería más valiente o que habría solucionado el tema hace años porque no es verdad. Porque yo en tu lugar estaría igualmente perdido y agotado, habría llegado a las mismas conclusiones y necesitaría mucha ayuda... Porque si yo fuera tú, tendría tus creencias y miedos, habría sido educado y limitado de la misma forma y ahora estaría en tu piel, sentado, esperando que alguien me escuche sin juzgar ni tener que sentir vergüenza de nada.

Tú me hablas y yo te escucho. Te escucho con todo mi ser, no sólo con mis oídos. Te escucho con mis manos que si me permites tocan las tuyas para que además de verme cerca, me notes contigo. No voy juzgar ni etiquetar tus gestos, tus palabras, tus silencios, tus pensamientos. No voy a recortarte en mi mente y luego transmitirte ese idea recortada y limitada de ti porque ni la necesitas ni te ayuda en nada.

Te escucho con mis brazos que se abren para recibir tus palabras...

Te escucho con mis ojos que miran los tuyos sin invadirlos, diciéndoles que me importas, que quiero saber qué sientes y que si me lo pides, buscaré alguna palabra que te conforte y que no te exija y si no la encuentro me callaré.

Te escucho con mis gestos y con el espacio que ocupa mi cuerpo en el espacio que nos separa, para que nos una, para que sepas que estoy para ti, sin prisas ni compromisos... Sin que escucharte me obligue a opinar ni decir nada que tú tengas que cumplir u obedecer. Sin liturgias ni ceremonias más allá de respirar. Sin que tengamos que solucionarnos la vida aquí y ahora... No espero nada, solo te regalo paciencia y presencia.

Te propongo un trato. Tú me miras y yo te miro. Y puede que no tengamos que decir nada más ni necesitemos saber nada nuevo, como si toda la sabiduría del mundo estuviera contenida en una mirada... Toda la sabiduría que necesitamos para superar esta tarde quebrada por tu miedo y tu angustia está ya en nosotros y sólo necesitamos encontrar el interruptor que nos permita abrirnos a ella.

Tú sueltas tu necesidad de gustarme y yo de ser perfecta. Tú lloras si quieres y yo honro todas y cada una de tus lágrimas. No te pido que te calmes, ni que ceses tu llanto, ni que sientas nada que ahora de ningún modo podrías sentir... No te pido que superes nada, no te exhorto a que ahora lo veas todo distinto, no te apremio para que olvides nada, no te cuento ningún cuento más triste para que sientas que tu cuento no es suficiente triste para conmoverme... No intento hacerte reír si no te sale para que fuerces tu risa y te olvides de explorar esa tristeza que aflora en ti y que es sano conocer y aceptar... Eso es empatía.

No busco palabras para ti, ni recetas mágicas, ni historias de monjes budistas que sueltan piedras y superan miedos... Eso ya llegará otro día. No voy a negar tu dolor ni minimizar tu sufrimiento diciendo algo absurdo.

Hoy estoy aquí y respeto tu deseo gigante de no hacer nada ahora para salir de tu cueva. Tu necesidad omnipresente de seguir lamentando lo que pasa y no superarlo hoy porque estás cansada. Acepto tus quejas y tus respiraciones entrecortadas... No voy a intentar animarte, ni arrastrarte a una nueva vida. No voy a pedirte que sonrías ni que disuelvas tu dolor en un café, un pastilla o una serie absurda en la que dos se aman y no lo saben... No hace falta ahora. No hay urgencia, solo silencio y paz.

No voy a darte normas para pasear por tu vida porque a mí ya me cuesta pasear por la mía. No voy a insistir en que debes amarte más porque si todavía no te amas es que no puedes todavía o no sabemos cómo. No voy a recomendarte que leas libros ni te apuntes a cursos que ahora no aprovecharías.

No voy a pedirte que seas otra persona porque crea que yo en tu lugar no sería como tú o actuaría de otra forma... Porque además sería mentira. Porque yo en tu lugar sería tú y sentiría el mismo dolor, el mismo miedo y vería la misma sombra.

Estaré aquí, porque quiero, para cuando decidas tú levantarte, si quieres que te acompañe un rato.

Te propongo un trato... Vamos a compartir este momento sin expectativas. Sin límites, sin pensar a dónde nos lleva, sin buscar soluciones, sólo para que sepas que me importas. Que sepas que estoy para ti. Que sepas que cuando puedas, yo puedo contigo.

Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2021/02/15/yo-en-tu-lugar/


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