
Cuando mi padre murió,
la mayor ilusión de mi madre fue colgar
en la pared de su dormitorio una foto de los cuatro.
Pillé martillo, clavos y lo conseguí.
Desperté y, por suerte,
mi padre estaba vivo.
Yo seguía siendo igual de torpe,
débil, " poco hombre".
Desde pequeño me han llamado maricón;
ojalá lo sigan haciendo el resto de mi vida.
* En la imagen, portada del poemario " Niño marica" de Óscar Espirita.