Revista Opinión
B16 viene a España, a Barcelona y a Santiago de Compostela, donde está enterrado Prisciliano, ese obispo de la Iglesia que fue asesinado por la intransigencia religiosa que lo consideró hereje.
No espero al gran defensor del Sida en África, al Gran Virón.
No espero a ese precoz militante de las Juventudes Hitlerianas.
No espero a ese sujeto que tolera la paderastia en su negociado.
No espero a ese tipo que se conchaba con los ayatolah iraníes para ejecutar homosexuales.
No espero al jefe de una cuadrilla como la Conferencia Episcopal Española, que hace apología de la violencia de género.
No espero a alguien que intenta santificar a quien encumbró, tapó y protegió al gran pederasta de la Iglesia por antonomasia.
No espero a quien protegió y ocultó a genocidas de Ruanda.
No espero al dictador de una secta que acusa a los españoles de cristofobia mientras pelotea a Francia hablando de laicismo positivo.
Hay cientos de razones más, como su oposición a cualquier avance social o científico que se quiera plantear (aborto, matrimonio homosexual, investigación con células madre, incluso ha criticado internet, etc), por su injerencia en la política española o porque es un jefe de Estado teocrático.
Pero, sobre todo, lo que no quiero es que con nuestro dinero se costeen sus fastuosos viajes para hacer proselitismo de su secta intransigente y excluyente.
No, a este papa tragaldabas y gorrón.