Lo intuíamos, sospechábamos que mi tigre de ojos verdes no quiere crecer por su manera de actuar.
Nos habia empezado a preocupar el hecho de que, por más que se lo dijésemos, no jugase nunca con niños de su edad. Al bajar a la piscina, prefería quedarse a nuestro lado, aunque eso significase no bañarse en todo el tiempo, si bajamos al parque, se queda sentado en el banco o juega con su hermana pequeña de 4 años, en vez de ir a jugar con chavales de su edad, pegándole patadas a un balón.
Pedirle que bajase a la calle a jugar, en vez de quedarse en casa metido, era como un castigo para él y, hoy, tras hablar una vecina con mi marido, por el hecho de que, cuando baja solo a la piscina, se queda sentado al lado de ella, hemos decidido hablar con él.
Cuando alguien me pregunta si llevo mal el hecho de que mi hijo tenga tantos tics, siempre respondo que, los tics, es lo de menos en esta enfermedad, en el Síndrome de Tourette, o al menos, eso pienso ahora, porque es cierto que ha tenido temporadas de horribles tics autolesivos, pero, sin duda alguna, lo que llevo peor, son sus obsesiones y el mundo irreal que se crea dentro de su cabeza, el cual, lleva a la realidad.
Le hemos preguntado por qué, le he pedido que nos explique por qué no busca amigos de su edad, prefiriendo estar con adultos o incluso niños mucho más pequeños, ya que hoy, nos ha llegado a decir que, un peque de 8 años que conoce, para él era un ejemplo, por el simple hecho de ser pequeño.
Primero nos ha metido en su mundo, en el mundo de "todos los niños se meten conmigo", algo que, podemos dar fe que no es cierto, porque hay un grupo del barrio que hasta ha venido a casa a buscarle y le llaman en la piscina para jugar. Nos hemos dado cuenta de que, realmente, se ha construido un mundo de "todos me odian" y de ahí, nos es muy difícil sacarle.
Le he explicado la realidad, a su manera, para que pueda entender que vive en algo irreal y, mientras hablaba con él, he recordado su manera de actuar, no de un jovencito de 13 años, si no de un niño de 9 y, le he hecho la pregunta mágica:
"Miki, por qué no quieres crecer, hijo?"....Ha roto a llorar y casi yo con él. En ese momento he sabido que he dado con el botón clave y, mientras esperaba una respuesta, he recordado la sesión con el psiquiatra de mi hijo hace tres días, en el que nos hablo de algunas cosas de su hermana mayor que le tienen traumatizado, asi que, he nombrado las tres palabras:
-Drogas, tabaco y alcohol.
Mi hijo tiene la convicción de que, si crece, por regla matemática se drogará, fumará y se emborrachará, algo que, desde hace muchos años, le obsesiona y le aterroriza, hasta el punto de que ha tenido varias pesadillas con el hecho de que yo volvía a fumar o él tomaba alcohol.
Con todo nuestro amor, le hemos explicado que crecer es bonito, no significa hacer todo eso si él no quiere (y ojalá sea así) y que desde los 13 a los 18 años, va a experimentar cosas que jamás podra volver a sentir, que no debe perdérselas...
Me emociono al pensar que, parte de ese "no quiero crecer", también puede venir por mis propios miedos al ver, que mi pequeño, ya no es tal, que aquel niñito que decía "mami, yo no me casaré nunca para cuidarte siempre", se marcha para dejar paso a un hombrecito maravilloso, con sus miedos y obsesiones y, con una enfermedad complicada que no le ayuda en ese crecimiento tan duro para él.
A mi el miedo mas profundo me ha entrado cuando, comiendo, me ha dicho después: "Mamá, puedo llamar luego a M (una amiga), para ver si se vienen mañana conmigo a la feria?"....Sí, quizás aclararle sus miedos ha servido y ahora decide crecer, es lo que buscábamos, pero, a qué madre no le aterra que sus hijos crezcan?
Nuestro "trabajo" desde que nacen, como suelo decir, es construirles las alas a nuestros cachorros. Después, ellos se encargan de volar libres, escogiendo su propio camino. Yo, me quedo sentada a esperarles.
A mi hijo.