Revista Cultura y Ocio

Yo no sé de otras cosas - Elisa Levi

Publicado el 04 marzo 2022 por Elpajaroverde

"Lo que a ti te pasa es que lloras poco", le dice Marco a Lea una y otra vez. "Que sí, que sí, que sí, que a la gente que llora poco le sale rabia", le insiste, y Lea responde con esa misma rabia que a duras penas puede contener. Porque Lea es de las que no se callan y dicen en cambio lo que piensan. Es también de las que miran con ojos de campo. "Ya está la Lea Pequeña con sus ojillos de campo", le dice su padre, "y se refiere a que, a veces, miro con la desconfianza de haber vivido siempre en un pueblo pequeño o de haber nacido cerca de un bosque peligroso. O porque me da miedo lo que desconozco". Fue su padre también quien le "enseñó que, aunque tengamos miserias, nosotros no estamos en la parte del mundo que debe llorar". Así que, sí, Lea llora poco porque Lea sabe de otras cosas pero de llorar no sabe. Ella no sabe "de otras cosas más que de cuidar y de querer". Pero "querer a alguien no es suficiente, querer a alguien no te lleva a ningún lugar. Cuidar de alguien tampoco". "Que me ahogo, que me apago, que me muero si el resto de mi vida solo tiene cuatro calles, un ultramarinos, una iglesia y poco más". Y yo no sé si este lamento de Lea es rabia, que diría Marco, o si es más bien impotencia. Lo que sí se es que su angustia le produce ardor de estómago.

Lea es Lea Pequeña porque su madre es Lea Grande. Y yo no sé si es mucho que en un pueblo de doscientos habitantes haya dos Leas, pero Lea Pequeña sí sabe que en ese "pueblo las cosas pasan de dos en dos: si nace un niño, no tarda en nacer otro, si se pierde alguien por el bosque, aparece un perro sin amo, si una vaca hace cosas raras, llega el fin del mundo, y si llegan forasteros, se muere" un lugareño.

A los pocos forasteros que llegan Lea les mira con sus ojos de campo. Desconfía de ellos. Porque Lea de otras cosas no sabe pero sí sabe que los forasteros siempre buscan algo y que siempre acaban aprovechándose porque "al fin del mundo, ¿quién querría venir, dime, quién querría venir?" "La gente no lo sabe, pero los pueblos pequeños huelen a mierda de vaca y a animales muertos apilados y a miedo y a rencores y a aburrimiento y a dolores y a odios que pasan de generación en generación. Y los que son de otro lugar se enamoran de una idea extraña de lo que realmente significa aguantar el vacío del campo, el paso lento de las horas". Lea piensa que los forasteros llegan porque los han dejado de querer en sus lugares, al igual que está segura de que si un lugareño se va del pueblo es porque en el pueblo lo han dejado de querer.

Yo no sé de otras cosas - Elisa Levi

Lea tiene diecinueve años, un padre que es "caballo, pero siempre le trataron de burro", una madre que no tiene ojos de campo sino "ojos de sueños, de sueños chiquitos, de pequeñas victorias, porque sé que mi madre lo que quiere es alegría y no la tiene", una hermana para la que el mundo "se mató nada más nacer", una abuela que murió sola en la misma casa en la que vivió años en soledad, un temor a heredar esa soledad como se heredan los rencores en el pueblo, un ardor en las tripas y una responsabilidad con su entorno.

Lea también tiene tres amigos: Marco, Javier y Catalina, y aunque Lea de amores aún no sabe mucho de lo que sí sabe es de su amistad, que es como el amor, que "no es querer, sino que son circunstancias que encajan". "Porque en este lugar el amor ha funcionado así toda la vida, la gente se junta por desgana con el que tiene cerca y así acaban sin conversación en las cenas, caminando lento para tardar más en llegar a casa". Porque en el pueblo el tiempo es así: lento, eterno. Por ello, y "a pesar del tedio, el paso del tiempo nos hace magnificar todo lo que nos roza la piel. Por eso Catalina se enamora de aquel que le mira y le sonríe, por eso Marco pierde los estribos cuando alguien le increpa con una tontería, por eso el silencio de Javier ante la vida adquiere una eternidad que asusta". Lea no sabe de otras cosas pero sí sabe de esas circunstancias que encajan. Sabe que los únicos jóvenes del pueblo son Marco, Javier, Catalina y ella y que por eso son amigos.

Yo de Elisa Levi y de esta novela no sabía nada. De ambas he sabido en el blog de Marian. Pero ahora sé. Ahora sé que Elisa Levi escribe bonito de una historia triste. Ahora sé que en su historia triste hay dolor, hay impotencia, hay cansancio, hay culpa y hay ahogo, también amor. Sé que Elisa Levi es joven. Sé que tiene ya publicados otra novela y un libro de poesía. Sé que en su prosa hay mucha poesía. Sé que su estilo me ha recordado en cierto modo al realismo mágico, tal vez porque con la cruda realidad hace magia.

De Lea sé en la linde del bosque, de ese bosque al que todos temen porque en el pueblo no sabrán de otras cosas, pero de lo que sí saben es de ese bosque y de que todo el que en él se adentra no regresa. Yo de ese bosque no sé (o tal vez sí porque todos llevamos un bosque dentro), pero me da a mí que ese bosque es un poco como eso por lo que Catalina, que es capaz de ponerse a llorar por la mañana y no parar hasta la noche, lleva llorando toda su vida: "por la incertidumbre que le produce todo aquello que se aleja de la puerta de su casa". Aunque también pudiera ser que el bosque fuera un poco como el mismo pueblo con el que linda, el pueblo que mata en vida.

De Lea seguiré sabiendo en el banco. En él se sienta con el señor. Le ha costado convencerlo. Mira que estaba empecinado en meterse en el bosque a buscar a su perro perdido. Y Lea: que no, que no, que si usted se adentra ahí se va a morir, que su perro no está en el bosque, que yo sé dónde está, que en este pueblo los perros siempre van al mismo sitio, que espérese usted aquí que ya verá como su perro va a volver. Y ahí se lleva al señor al banco y se sienta con él a esperar al perro. Y ahí se pone a hablar, a contarle a ese señor desconocido que apenas habla pero asiente. Porque el señor no es del pueblo, es forastero. Como también yo soy forastera del mundo de Lea. Porque yo ya soy el señor. Y de Lea yo no sé nada cuando me siento en el banco con ella pero sí sé que en cuanto escucho su voz me agarra y ya no me suelta. Sé también que los escasos días de febrero de 2022 en que leo esta novela se transforman para mí en 1 de enero de 2013 en que Lea me cuenta. Sé por ella del año 2012 que terminó ayer, el año del fin del mundo. Ella de eso no sabía, o sabía más bien por lo que todos contaban que dijeron los mayas. Lo sabía todo el pueblo y "en los sitios pequeños, señor, la gente necesita creer para llenar los días". "¿Ve los crespones que cuelgan de las ventanas de todas las casas del pueblo? Cuelgan por el fin del mundo, señor". Ese fin del mundo en el que Lea no creía mucho porque para ella "el fin del mundo lo llevamos dentro, [...] el fin del mundo es este lugar, este bosque y este olvido tan grande en el que vivimos", el fin del mundo es "esperar algo que nunca llega". Pero resulta que lo que llegó fue el fin del mundo y que todos, pues, tenían razón. Resulta que "el mundo se mató ayer y a mí hoy ya no me querrá nadie". Eso le cuenta Lea al señor, a ese señor que encontró en la linde del bosque y al que de repente vio como la única persona del mundo que podía entenderla. Eso me cuenta a mí que la entiendo. Yo, como el señor, la escucho. A veces río porque es imposible no reír con Lea, a veces me quedo seria porque lo que cuenta no es para reír. También, como el señor, cuando Lea acaba de contarme quiero decirle algo. No es lo mismo que le dice el señor, "que me miente sin habérselo pedido, por consuelo, por cariño". Yo, Lea, aunque también por consuelo, también por cariño, quiero decirte la verdad. Porque yo no sé de muchas cosas pero de algunas sí sé. Quiero decirte que sabes de muchas más cosas de las que crees, que las sabías desde el principio del año del fin del mundo solo que es difícil poner en palabras, más aún en acciones, lo que se sabe, de ahí tu ardor de estómago. Quiero decirte que a mis ojos ya lo eres, pero que serás a los tuyos "bella por haber visto, por haber salido". Quiero decirte que, como me has enseñado, "la muerte es un día y la vida son varios". Quiero que tengas muy claro que, efectivamente, "después del fin del mundo, queda la vida".

Si te ha gustado...


Volver a la Portada de Logo Paperblog