La prisión de Guantánamo es la punta del iceberg de un sistema político, el nuestro, el español, el europeo y norteamericano cuya base de frio y poderoso hielo lleva cortando, de punta apunta, la línea de flotación de decenas de países, culturas y religiones desde hace decenios. Al igual que el famoso buque, los barcos hundidos se llevan al fondo de la muerte a todos aquellos pasajeros que tuvieron la “mala suerte” de viajar en un barco, débil y vetusto. El iceberg, cuyas minúsculas partículas de hielo están compuestas por cada uno de nosotros no tiene alma, ni mucho menos cerebro y navega asesinamente al son de las corrientes marinas.
Más, las corrientes marinas no son caprichosas y llevan miles de años haciendo la misma ruta. Existe un mapa inalterable de las corrientes marinas, de la misma manera que existe un mapa inalterable de la muerte y la miseria en el mundo. Es así desde que el hombre es hombre (un bestia).
La historia nos demuestra que no todos viajamos en el mismo barco, algunos no tenemos ni barco y viajamos en iceberg que hunden todo aquello que encuentran a su paso. Partículas de hielo somos y en agua nos convertiremos pero por el camino hundimos barcos llenos de pasajeros. Unos jóvenes y viejos, otros famélicos, también recién nacidos, mueren por nuestras manos que son de hielo.
Nos solemos conformar: mi partícula de hielo ni rozó aquel velero, ninguna culpa tengo, pero en el fondo, muy en el fondo todos sabemos lo que hacemos.
Quizás gritando podamos romper el hielo. Grita lo más alto que puedas !Yo no soy Guantánamo!. Quizás podamos hacerlo.
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